Tañarandy, Atyrá, Yaguarón, Pirayú, Piribebuy, Ñemby, Areguá, Concepción, Valenzuela, Villa Elisa, Pilar, Jesús, Trinidad, San Cosme y Damián, Villa Florida, Itauguá… junto a tantos otros pueblos y ciudades del Paraguay, se lucieron como nunca antes en la Semana Santa post pandemia del 2022, presentando creativas atracciones y espectáculos deslumbrantes, en lo turístico, cultural, religioso, artístico y gastronómico, mostrando el ingenio y la capacidad de trabajar en forma colectiva, con buena coordinación entre la propia ciudadanía y los gobiernos locales.
Muchas de estas comunidades se organizaron incluso a último momento. Cada una de ellas está encontrando además su sello propio, su originalidad, aunque algunas propuestas se parezcan con otras.
La gente también respondió masivamente con su participación multitudinaria, prefiriendo en gran medida el turismo interno —algo que se revalorizó gracias al Covid-19— y las expresiones nacionales. Las posadas turísticas estuvieron con sus reservas agotadas desde varias semanas antes del largo feriado, aportando importantes incentivos a las economías regionales.
Esta ha sido una buena muestra de El Otro País, capaz de reinventarse y apostar por emprendimientos propios, sin depender de la capital Asunción -que este año nuevamente se mostró bastante apática y deslucida, salvo algunas excepciones, como las de la Loma San Jerónimo-. Por cierto, también ha sido muy importante el apoyo de instituciones como el Fondec, la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) y la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur), a pesar de sus limitaciones.
Hay que apostar más por la creatividad y la autonomía de los pueblos más allá de Calle Última. Es el camino.