La plaza que se convirtió en un centro de cultura al aire libre

En el barrio Lapachal 2 de Luque, los vecinos y vecinas han logrado transformar una plaza antes abandonada en un centro de actividades culturales y recreativas. Allí se realizan desde funciones de cuentacuentos hasta galas populares de cine, pero sobre todo es un punto de encuentro donde la gente acude y comparte.

Es una de las tardes más calurosas del verano. El sol da algo de tregua al posarse tras los árboles y poco a poco la plaza empieza a poblarse de niños y niñas que corretean, se montan en los columpios o juegan al fútbol.

Hay una pista de cemento, donde una mujer va colocando almohadas y colchonetas, mientras una pareja de cuentacuentos enchufa un parlante y pone un pedestal con micrófono.

«Vayan acercándose, en un ratito empezamos la función», suena una voz potente y la gente se acomoda en la pista o bajo los árboles, en las sillas que traen de sus casas.

Esta escena se repite de tanto en tanto en la plaza San Silverio, en el barrio Lapachal 2 de Luque, donde los vecinos y vecinas han logrado transformar el espacio como un centro de actividades culturales y recreativas para toda la comunidad y para personas de distintas edades. Allí se realizan desde funciones de cuentacuentos hasta galas populares de cine, pero sobre todo es un punto de encuentro donde la gente acude y comparte.

Pero la plaza no siempre fue así. «Estaba abandonada, con mucha naturaleza descuidada y donde solo venían los adultos a jugar fútbol y sobre todo piki vóley», comenta Rubén Jara, presidente de la comisión vecinal y uno de los principales impulsores de que San Silverio sea un espacio cultural comunitario. Rubén cuenta que conoce la plaza desde hace más de treinta años y viendo el estado en el que estaba decide hablar con los vecinos y vecinas para cambiar esa situación.

«Al principio tuvimos un conflicto con los adultos del piki vóley, pero les hicimos ver que la plaza debería ser un espacio donde podamos compartir entre chicos, señoras de edad que querían caminar y que si nos organizábamos había espacio para todos, pero que ellos debían ceder una parte», dice Jara.

El érase una vez

El punto inicial lo marca el año 2017, cuando empiezan a desmalezar y a marcar los espacios, pintar las columnas y poner planteras recicladas. De ese primer esfuerzo ve cómo gradualmente empiezan a recibir el apoyo de más gente, incluso no tan cercanas a la plaza. Gracias al empuje de esa gestión logran que la Gobernación del Departamento Central instale aparatos para gimnasia al aire libre.

«En la inauguración también vino el intendente de Luque y asumió el compromiso de apoyar con una donación municipal de diez millones de guaraníes», cuenta Rubén Jara. Con ese dinero acuerdan, en comisión, la construcción de una pista multiuso y el parquecito infantil.

A partir de aquello, se empieza a planificar una programación cultural y la plaza San Silverio empieza a convertirse en un espacio de ocio y esparcimiento, posiblemente con el de mayor componente cultural de todo Luque, con un programa dinámico, amplio y que incluye a gente de todas las edades.

Entre las actividades habituales se destacan: gimnasia rítmica, zumba al aire libre, cuentacuentos, proyecciones de cine nacional, espectáculos teatrales, jornadas de pintura y lectura, ferias de vecinas y festivales de música, donde se logra incluso involucrar al conocido artista Ricardo Flecha.

Una anécdota que a Rubén Jara le llena de orgullo es esta:

«Teníamos un proyector y con la ayuda de Sandra Flecha, una vecina, exhibimos una película paraguaya [La chiperita] y trajimos a los artistas que actuaban y cuando terminó la película, los artistas se pusieron de pie en el fondo, prendimos las luces y la gente se quedó sorprendida porque veían en persona a los que acababan de ver en la ficción, ahí, cara a cara. Eso fue algo mágico».

La vieja heladera en desuso, convertida en biblioteca. / LUCIANO JARA PICCARDO.

Heladeras y libros

Ante la necesidad de diversificar las actividades e inspiradas por las bibliotecas callejeras populares, montan una «Biblioteca Placera». La iniciativa es de la diseñadora Camila Jara y su madre Andrea Piccardo, ilustradora y escritora.

«Teníamos una heladera en desuso y queríamos transformar en algo que sea útil para la comunidad», dice Camila y cuenta además que empezaron a pintar y a pensar en el sitio en el que iba a quedar bien. A partir de allí se consiguen los recursos para hacer una casita de madera que sirva de refugio.

Hoy día, la biblioteca placera es un hecho. Hay dos antiguas heladeras llenas de libros y una casita colorida, pintada por los niños y niñas del barrio, con bancos para sentarse a leer a la sombra.

«Conseguimos los libros escribiendo notas a algunas editoriales, que nos fueron donando», comenta Camila. También dice que una vez instalada la biblioteca también reciben donaciones de particulares. En cuanto al cuidado, comenta que se turnan, aunque hay dos niñas encargadas de controlar y colocar cada día los libros en las “heladeras”.

La tarde va cayendo y el calor da un poco de respiro. Entre el coro de cigarras y el grito de los niños que juegan al fútbol en el espacio pelotero de la plaza, la gente se va despidiendo.

Rubén Jara agradece a este reportero la visita mientras reflexiona sobre la importancia de la implicación de las familias, del enorme esfuerzo que requiere la constancia de mantener y resguardar un espacio tan vivo como el de San Silverio, y deja un mensaje final para las autoridades:

«Queremos un poco más de apoyo, queremos que nuestros impuestos se nos devuelvan en forma de servicios a la comunidad, así como asumen sus cargos, que asuman también sus responsabilidades».

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