Hubo una época en que alguien que conociera mínimamente la dinámica política del Paraguay, podía predecir sin ningún problema —con una certeza que envidiaría el propio Nostradamus—, con meses o incluso años de anticipación, quién sería el próximo presidente de la República.
En la época transcurrida entre 1954 a 1989, por ejemplo, era muy difícil que uno pudiera equivocarse al señalar que el candidato que resultaría vencedor en cada elección, que se cumplía invariablemente cada cinco años, sería —sin ningún lugar a dudas—, el excelentísimo general de ejército don Alfredo Stroessner, candidato de la oficialista Asociación Nacional Republicana (ANR), Partido Colorado. Aunque cada cinco años se presentaban tambien a competir otros candidatos de presuntas fuerzas de oposición, el señor presidente siempre los basureaba, obteniendo generalmente más del 90 por ciento de los votos y hasta se daba el generoso lujo de regalarles algunas papeletas a sus adversarios, para mantener la imagen de que las elecciones eran ndajeko democráticas.
Tras la caída de la dictadura, en 1989, tampoco podíamos llegar a equivocarnos al pronosticar que el mismo jefe militar que lideró el golpe de Estado contra su propio consuegro, el excelentísimo señor general Andrés Rodríguez, también resultaría vencedor en las primeras elecciones de la era democrática, a pesar de que se le oponían figuras emblemáticas de la oposición al depuesto tirano, como el entonces legendario líder liberal Domingo Laíno. Se interpretaba que —a pesar de las acusaciones de que Rodríguez estaba involucrado en cuestiones de narcotráfico y contrabando—, existía una deuda de gratitud para quien nos «regaló» la democracia y que esa deuda había que pagarla votando por él en las urnas, como los hizo mucha gente.
Tampoco fue difícil anunciar para los comicios siguientes, los de 1993, que el empresario Juan Carlos Wasmosy, un inventado candidato del Partido Colorado —la misma fuerza política que sostuvo los 35 años de la dictadura stronista y seguía conduciendo nuestros destinos en la democracia— sería el siguiente mandatario. Si bien Wasmosy no tenía mucha popularidad, considerando que el histórico caudillo colorado Luis María Argaña le ganó en las elecciones internas de su partido, en diciembre de 1992, en cambio si tenía la plata y el poder, que provenían del mismo círculo que sobrevivió a Stroessner y que rodeó a Rodríguez, lo cual le sirvió para ordenar parar el recuento de votos y alterar en forma fraudulenta los resultados primarios en las urnas, para asegurarse la victoria en las elecciones generales, principalmente porque la oposición esta vez corría dividida entre el liberal Domingo Laíno y el encuentrista Guillermo Caballero Vargas. Un histórico error político que nunca pudieron remediar.
Otro general que casi fue presidente
A partir de allí, el panorama se puso un poco más complejo, pero seguía siendo igualmente previsible. Otro militar que aprendió de Stroessner y de Rodríguez, el general Lino Oviedo, emergió con fuerza mesiánica y dictatorial en su carrera política. Intentó dar un golpe de Estado contra Wasmosy en 1996, pero la jugada le salió mal, aunque igual corrió después con mucha fuerza la carrera electoral hacia el 98, cuando todos podíamos predecir con mucha aprensión de que él ganaría lejos las elecciones, hasta que decidieron crear un forzado tribunal militar extraordinario, que lo mandó a la cárcel, castigándolo en forma tardía por aquel tema del intento de golpe contra su ex socio presidente, dos años atrás.
Su candidado a vice, el ingeniero Raúl Cubas, asumió su lugar y ganó las elecciones en su nombre, con el lema «tu voto vale doble; votar por Cubas es votar por Oviedo», obligado a llevar esta vez como vice a su adversario en las internas, otra vez Luis María Argaña. Al asumir la presidencia, Cubas sacó de la carcel a su jefe Oviedo, desacatando directamente a la Corte Suprema de Justicia. Su gobierno fue un contínuo desacierto, siempre con la sombra militar detrás del trono, hasta que asesinaron al vice presidente y adversario político, Luis María Argaña. El magnicidio derivó en la gesta ciudanana, a la vez heroica y trágica, conocida como el Marzo Paraguayo, con centenares de personas enfrentadas en las calles, con represión y masacre, la inminencia de un juicio político y la estrepitosa caída del gobierno, con la renuncia y el exilio de Cubas, y la huida de Oviedo. Tampoco en ese momento fue dificil predecir que el inepto senador colorado Luis González Macchi, por entonces presidente del Congreso, sería designado como el presidente que entraría por la ventana, para completar el mandato de Cubas y Oviedo, con mucha inutilidad y alta corrupción.
Luego vino la irrupción creciente del abogado y ex periodista Nicanor Duarte Frutos, que planteaba la oferta de algo nuevo dentro del coloradismo, ya que era un humilde político llegado del interior, muy desde abajo, desplazando a las élites del viejo partido en las elecciones de 2003. El gobierno de Nicanor no fue tan malo en los dos primeros años, pero pronto se omnubiló con la tentación de obtener la reelección, prohibida por la Constitución. Su mandato entró en un gran desgaste, corroido por la corrupción, los enfrentamiento internos y ciertos delirios mesiánicos.
La caída (momentánea) del Partido Colorado
La emergencia del entonces obispo de San Pedro, monseñor Fernando Lugo, con fama de esclesiástico progresista, ñembo izquierdista y protector de los campesinos, fue el elemento justo que se necesitaba para desplazar del poder al entonces desgastado Partido Colorado, tras casi 60 años de gobierno ininterrumpido.
Aunque muchos no lo quisieran creer, el ambiente de indignación social ante la podredumbre colorada para las elecciones de 2008, también nos permitió vaticinar que el frente de izquierda de Fernando Lugo, en alianza con el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), ganaría las elecciones y desplazaría a la hasta entonces imbatible ANR. Recuerdo que en esa ocasión pudimos ganar varias apuestas —principalmente cenas y rondas de cerveza—, asegurando que Lugo sería el próximo presidente.
Lugo tuvo algunos aciertos en su gabinete, significativos avances en la asistencia social, la conquista de la simbólica gratuidad de la salud pública, obtuvo mejores compensaciones del Brasil por la cesión de la energía eléctrica de Itaipú… pero también tuvo muchos fracasos y mucha falta de acción. En el camino saltaron los escándalos de los varios hijos e hijas que tuvo con distintas mujeres en su época de sacerdote y obispo, violando su voto de castidad, algo que ayudó a disminuir aún más su ya minada autoridad moral ante una ciudadanía mayoritariamente católica.
En 2012, un enfrentamiento armado durante un intento de desalojo a campesinos que ocupaban una propiedad en Marina Cué, Curuguaty, episodio en el que murieron 11 campesinos y 6 policías, fue la excusa perfecta que encontraron los colorados, liberales y miembros de otros partidos más pequeños en el Congreso, para llevar adelante un arbitrario juicio político express contra Lugo en el Congreso y destituirlo del cargo, para elevar a la vicepresidencia al vice, el liberal Federico Franco.
El lamentable retroceso político, que pudo interpretarse como un arbitrario golpe parlamentario, ocasionó un grave daño al proceso democrático y puso al Paraguay en una bochornosa situación internacional. El gobierno de Federico Franco duró poco más de un año y fue un verdadero festín de corrupción y más desaciertos, abriendo las puertas para un regreso sin gloria del Partido Colorado al poder.
El empresario que compró un partido político
El 2013 fue el año en que un poderoso magnate tabacalero, hasta entonces asociado al mundo deportivo, a la producción y al contrabando de cigarrillos (según la versión de premiadas series de reportajes de investigación periodística de prestigiosos medios internacionales), el empresario Horacio Cartes, se lanzó al mundo de la política. Para ello invirtió mucho dinero en financiar una convención colorada que pudiera modificar los estatutos que impedían que álquien como él, que acababa de afiliarse, pudiera postularse como candidato a la presidencia. Por ello, muchos analistas interpretan que Cartes compró a precio de ganga un más que centenario partido político, que por entonces se encontraba prácticamente en bancarrota.
Con los desaciertos de la oposición y la millonaria fortuna de Cartes, tampoco nos equivocamos al afirmar que HC ganaría las elecciones del 2013. Asi fue. Su principal contrincante, Efrain Alegre, del PLRA, aun con la alianza con una deslucida izquierda, no le pudo alcanzar.
La ANR estaba otra vez en el poder, pero era otra: administrada por un grupo empresarial con mucho poder y dinero, con conexiones sospechosas con actividades ilícitas, y con una inescrupulosa ambición de retener la presidencia (y los negocios que se hacen desde allí), lo que que se evidenció en la violenta campaña por enmendar a toda costa la Constitución, para que Cartes pueda ser reelecto en el 2018, para lo cual puso en marcha una perversa alianza política con sectores disidentes del liberalismo, especialmente el comandado por el senador Blas Llano y con el Frente Guasu de Fernando Lugo.
El hecho de que la enmienda constitucional no era posible sin una asamblea constituyente, no fue obstáculo para que Cartes y sus aliados atropellen las estructuras institucionales, generando una creciente oposición política y ciudadana, que derivó en el llamado segundo Marzo Paraguayo, en movilizaciones y represión gubernamental, principalmente a fines de marzo de 2017, cuando en medio de una verdadera cacería de opositores por parte de la policía en el centro de Asunción, algunos manifestantes incendiaron parte del edificio del Congreso Nacional. El escándalo internacional que provocó el suceso, obligó a que Cartes finalmente desista de sus pretenciones de modificar por la fuerza la Constitución y descabalgue de sus intentos de reeleción presidencial.
Entre los líderes que se opusieron a los intentos de la forzada enmienda constitucional estaba el dirigente colorado Mario Abdo Benítez, Marito, hijo del recordado ex secretario privado del dictador Afredo Stroeesner, también llamado Mario Abdo Benítez. Marito fortaleció su figura en la resistencia contra Cartes y así pudo ganarle la interna colorada al delfín del cartismo, el ex ministro de Hacienda, Santiago Peña, convirtiéndose Marito en candidato oficial de la ANR a la presidencia para el 2018.
Aún con todo el desgaste del coloradismo, en ese momento tampoco nos fue dificil predecir que Marito ganaría las elecciones y se convertiría en el próximo presidente, sobre todo por la poco renovada oferta de la oposición, representada por el liberal Efraín Alegre como candidato a presidente y por el periodista Leo Rubín, como candidato a vice, en reprentación del aliado Frente Guasu. Aún así, Alegre perdió esta vez por poca diferencia de votos.
Cartes quiere volver, Marito está en la nebulosa, la oposición enredada
A un año de las próximas elecciones generales, programadas para el domingo 30 de abril de 2023 , como pocas veces en la historia del Paraguay, a los analistas políticos y a los ñembo profetas de lo obvio nos resulta dificil predecir quien será el próximo presidente de la República.
Cualquiera diría que, así como están las cosas, con el bajísimo nivel de popularidad del actual presidente, Marito Abdo, debido a muchas deficiencias y errores de su gobierno, sumado a todas la apocalípticas condiciones adversas que le han tocado, además de ser víctima permanente de una agresiva campaña de desprestigio que impulsa su principal adversario, Horacio Cartes, desde más de una decena de medios de comunicación bajo su propiedad o control (Canal 13, diario La Nación, Popular, Crónica, la radio 970, Unicanal, el sitio web Hoy, canal GEN, entre varios más), lo más probable es que el próximo presidente sea el candidato del cartismo, nuevamente el ex ministro de Hacienda, Santiago Peña (que ya había perdido la elección interna colorada anterior ante su rival, Marito). Además, el candidato presidencial del sector gubernamental, el actual vicepresidente, Hugo Velázquez, tiene demasiadas sombras en su trayectoria y al parecer no consigue el apoyo electoral necesario entre sus correligionarios. Lo secunda como candidato a vice el ex ministro de Educación, Juan Manuel Brunetti, un recién llegado a las filas del partido con imagen innovadora, pero sin fuerza suficiente.
Es decir, así como están las cosas, muchos estarían dispuestos a apostar que el candidato cartista (Santi Peña) tiene todas las de ganar. Tiene por detrás toda la plata del Grupo Cartes y de sus aliados, además de un poderoso aparato mediático y muchas conexiones con estructuras de poder (Cartes sigue manejando los hilos de la Fiscalía, como también a un sector importante de quienes deciden en el Poder Judicial, una mayoría importante de votos en el Poder Legislativo y un importante esquema del sector financiero nacional), pero en las elecciones internas coloradas del 2017 ya se demostró que toda la plata y las infuencias corporativas tampoco son tan determinantes para ganar una votación, —por más que muchos sigan creyendo lo contrario— ya que Marito le ganó a Peña/Cartes con mucho menos recursos.
Además, no hay que olvidar que a un número importante de afiliados, militantes y simpatizantes colorados les cuesta aceptar a un «falso colorado», como consideran a Santi Peña, quien antes fue militante del Partido Liberal Radical Auténtico y se afilió recién en el 2016 a la ANR, forzadamente, para no perder su cargo de ministro de Hacienda ante una anunciada expulsión de los no-colorados que integraban el gabinete de Cartes. Así que todavía está por verse quien será finalmente el presidenciable colorado, y si acaso Peña gana las internas, la gran pregunta es si tendrá el apoyo del sector que resultará perdedor, ya que ante la pronunciada rivalidad Cartes-Marito, no será tan sencillo apelar al tradicional «abrazo republicano», que pueda sellar la unidad colorada circunstancial para asegurar la victoria electoral, como ya sucedió en el 2008, cuando el sector perdedor del entonces vice Luis Castiglioni prefirió apoyar bajo la mesa a la lista opositora de Fernando Lugo, antes que a la candidata de su partido, Blanca Ovelar, entonces apadrinada por el saliente presidente Nicanor Duarte Frutos.
En el lado de la oposición, el panorama también se presenta por ahora bastante complejo y enredado. Aunque todos los sectores aseguran tener claro de que, para derrotar nuevamente al partido colorado, tiene que existir una sola concertación, amplia y unida, entre el principal partido opositor, el PLRA, junto a la tercera fuerza del Frente Guasu, sumando también a todos los demás partidos y movimientos más pequeños de izquierda, centro y derecha, principalmente en torno a una figura que despierte confianza y simpatía de los electores —algo que no sucede con los principales candidatos reiterados, como el liberal Efraín Alegre, o incluso con varias figuras emergentes—, en la práctica esa unidad consensuada todavía parece muy lejos de concretarse.
Sin embargo, hay que destacar que el último viernes 22 de abril se dio un paso importante, cuando se produjo la firma de un acuerdo entre directivos y representantes de 8 partidos y 12 movimientos, entre ellos Efraín Alegre, presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA); Fernando Camacho, del Partido Encuentro Nacional; Rafael Filizzola, del Partido Democrático Progresista (PDP); Guillermo Ferreiro, del Partido Revolucionario Febrerista (PRF), y otras agrupaciones que se aglutinan dentro de la mesa opositora ante el plano electoral. Acordaron que para el 18 de diciembre elegirían al candidato para la Presidencia de la República de las 10 figuras políticas que hoy en día están interesadas en pugnar por el cargo.
La lista de quienes pretenden liderar la disputa electoral con el candidato colorado es, por ahora, amplia y diversa, aunque se avanza en algunas definiciones. El domingo 24 de abril, en una convención del espacio Ñemongeta Guasu por una Patria Nueva, los partidos políticos y movimientos de izquierda que la integran decidieron por votación que sea la senadora Esperanza Martínez la candidata presidencial del sector, por 142 votos contra 118 del senador Sixto Pereira. La izquierda prefiere armar su propia concertación y mantenerse por el momento fuera de los intentos de la gran concertación impulsada por el PLRA y los demás partidos de centro y de derecha, sobre todo por su abierta rivalidad con el partido Patria Querida, que impulsó la llamada ley Riera – Zavala, que pena con años de cárcel la ocupación de tierras campesinas, criminalizando una de las más antiguas y emblemáticas luchas sociales del Paraguay.
El Frente Guasu ha preferido trabajar con las demás organizaciones sociales y políticas, campesinas y urbanas, de izquierda, en una serie de encuentros realizado en distintas regiones del país, denominados «Ñemongeta por una patria nueva», en donde la principal novedad es que, además de País Solidario, Partido Frente Amplio, Unidad Popular, PMAS, Kuña Pyrenda, La Patria Primero, Fuerza Común, Frente Patriótico Popular, Movimiento Soberanía y Desarrollo, Partido Popular Tekojoja, Partido Convergencia Popular Socialista, Partido Participación Ciudadana, entre otros, por primera vez participa el partido Paraguay Pyahurã, brazo político de la poderosa Federación Nacional Campesina (FNC), que hasta ahora se había mantenido al margen de todas las campañas electorales e incluso había llamado a votar en blanco, desde hace más de una década. El proyecto Ñemongeta, según los dirigentes de este sector, es consolidar a la izquierda, y en todo caso que los otros sectores se vayan sumando, pero se evidencia que, por el momento, no hay muchas ganas de formar parte de la otra concertación liberal y de centro derecha. Por tanto, existe la probabilidad de que se llegue a las elecciones generales con dos concertaciones opositoras: una, la del PLRA y los demás partidos de centro y derecha; otra, la del Frente Guasu y los demás partidos y movimientos de izquierda. Este escenario de nueva y reiterada división opositora facilitaría mucho que nuevamente gane el Partido Colorado.
En el principal partido opositor, el PLRA, el presidente de la organización política, Efraín Alegre, apunta a ser nuevamente el candidato presidencial por enésima vez, sin haber asimilado las anteriores derrotas. En su propia cancha le disputan el terreno figuras como el ex intendente asunceno Martín Burt o el emergente gobernador de Cordillera, Hugo Fleitas, quien responde principalmente al eterno adversario de Alegre, el senador Blas Llano. Por cierto, la eterna e interminable pelea entre Llano y Alegre es uno de los principales lastres que condicionan al liberalismo y que tienen su efecto negativo en el resto de la oposición, causando mucho fastidio a la ciudadanía más crítica.
Por fuera de las carpas liberales se mueven también algunas figuras reconocidas, como el diputado Sebastián Villarejo (Partido Patria Querida) o la diputada Kattya González, del Partido Encuentro Nacional, que en su candidatura es apoyada por el popular intendente de Ciudad de Este, Miguel Prieto. También compiten como pre-candidatos el ex senador Paraguayo Cubas, siempre controvertido y polémico, con una buena cantidad de seguidores.
Igualmente, despierta visiones encontradas la aparición de Soledad Núñez, ex ministra de la Senavitat (actual Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat – MUVH) durante el gobierno de Horacio Cartes, una figura que proviene del sector social y de las ONGs y que genera simpatía en el llamado «tercer sector» por su capacidad gerencial y su buena formación técnica, pero que provoca ronchas por su historia de cercanía con el cartismo y por no haber tomado distancias oportunas con algunos abusos totalitarios durante el anterior gobierno. Lo llamativo es que Sole Núñez pretende competir como pre-candidata presidencial no en las filas del partido colorado, sino en las listas de la concertación opositora, aunque hay quienes la acusan de ser una especie de «caballo de troya» del cartismo.
Otra figura que nuevamente disputa chances primarias es el popular aunque siempre discutido ex ídolo internacional del fútbol, José Luis Chilavert, también en carrera presidencial.
Tampoco deja de generar muchas preguntas el lanzamiento al ruedo electoral del último canciller del gobierno colorado de Mario Abdo Benítez, el histórico lider del Partido Revolucionario Febrerista, Euclides Acevedo. Veterano político, considerado uno de los mejores oradores y de buena formación intelectual, miembro de la Logia masónica, reconocido luchador contra la dictadura del general Alfredo Stroessner, Euclides, más conocido por su popular apodo Gallo Paloma, se ha declarado también presidenciable y viene sosteniendo conversaciones con varios sectores, principalmente con el liberal Hugo Fleitas, con quien se especula que formaría dupla, formando alianza con la disidencia liberal del llanismo. También se especula que Euclides sería una especie de «plan B» del sector gubernamental actual, de Marito Abdo, ante el eventual fracaso de su candidato, Hugo Velázquez, para enfrentar al cartismo, apostando por una unidad entre colorados y opositores.
Lo llamativo es que, recientemente, se divulgaron algunas fotos de una cena entre Euclides y el líder del Frente Guasu, Fernando Lugo, que fueron presentadas como evidencias de un presunto acercamiento político entre el precandidato y el expresidente de la República, algo que generó mucho disgusto en filas de la organización de izquierda fundada por Lugo. Aunque Euclides se encargó de aclarar que las fotos correspondían solamente a una habitual partida de truco entre amigos, Lugo embarró aún más la cancha cuando afirmó en una entrevista con la periodista Mina Feliciángeli que «una chapa invencible para el 2023 sería Euclides Acevedo – PLRA”, lo que molestó aun más a sus seguidores de la izquierda.
Ante este encrespado mar político —que seguramente se irá aclarando un poco más en los próximos meses… o no—, es que actualmente nos cuesta mucho poder vaticinar quién será el próximo presidente de la República. Se nos perdió la bola de cristal de Nostradamus.
Ya veremos más adelante…