El posible fin del EPP y la necesidad de proteger el mundo Paĩ Tavyterã

A casi 30 años de haberse creado un grupo armado criminal con pretensiones guerrilleras, el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), las fuerzas del Estado lograron por fin asestarle el golpe más importante, abatiendo a su principal jefe, Osvaldo Villalba, el comandante Alexander. La situación podría marcar el principio del fin del conflicto armado en el Norte del país, siempre y cuando el Gobierno logre conducir sin mucha torpeza la prosecución de la acción militar o un eventual acuerdo político con quienes siguen alzados en armas. En este proceso, es fundamental proteger el territorio y la integridad del pueblo indígena Paĩ Tavyterã, que ha sufrido trágicos ataques, con asesinatos de sus miembros y reclutamiento de jóvenes nativos por parte de la banda guerrillera.

Hay que reconocer que el actual presidente de la República, Mario Abdo Benítez, ha podido lograr lo que los gobiernos anteriores —principalmente desde la gestión de Nicanor Duarte Frutos (2003-2008)— no habían podido conseguir: que las fuerzas militares bajo su mando den el golpe más fuerte contra la banda armada criminal con pretensiones guerrilleras, conocida como Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), al abatir a su principal líder, Osvaldo Villalba, el comandante Alexander o Javier, el pasado domingo 23 de octubre, en la región del Cerro Guasú o Jasuka Venda, territorio ancestral sagrado del pueblo indígena Paĩ Tavyterã.

Más allá de las cuestionables anteriores actuaciones del jefe de Estado en este campo -principalmente en el caso de las dos niñas abatidas en setiembre de 2020-, el reciente episodio le otorga un mérito importante hacia la resolución del conflicto armado que afecta al norte del país, desde hace dos décadas. El llamado a que los demás miembros se entreguen, con garantías procesales e invitación al diálogo, abre además la posibilidad de algún tipo de salida política.

El suceso también reivindica la acción de la criticada Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), aunque no lava las anteriores denuncias de presuntos excesos y violaciones de derechos humanos que siguen sin ser aclarados por la Fiscalía, entre ellos la muerte del capitán Daniel Piñanez, en Cuero Fresco, Concepción, en noviembre de 2014, en una misteriosa explosión, supuestamente cuando intentaban introducir ilegalmente una bomba en el campamento de la ACA, banda desprendida del EPP.

Esta vez, sin embargo, según los datos parciales que manejamos, la acción de los militares logró evitar el ajusticiamiento de toda una familia de indígenas Pãi Tavyterã en el Cerro Guasu (Jasuka Venda), en Amambay, donde ya habían empezado a ejecutar a dos de ellos y herido a un tercero.

Queda la pregunta de qué pasará ahora con el EPP. Es probable que asuma el mando el segundo en jerarquía, Manuel Cristaldo Mieres, subcomandante Santiago. Si bien sabemos que el grupo se mueve actualmente en un territorio mucho más pequeño, en las serranías entre Amambay, San Pedro y Concepción, todavía tiene un número importante, aunque limitado, de combatientes y ha seguido reclutando miembros, sobre todo jóvenes del pueblo Pãi Tavyterã, como se demuestra con uno de ellos abatido, con el alias Simón.

Niños y jóvenes Paĩ Tavyterã en las inmediaciones del Cwerro Guasu. / GENTILEZA

La invasión del cerro sagrado de los Pãi

Desde que se originó como un proyecto de guerrilla, en el año 1992, buscando convertirse en un brazo armado clandestino del entonces partido Patria Libre, el EPP se ha convertido en un factor desestabilizador de la mayoría de los gobiernos y en uno de los actores principales del conflicto armado, en una región en donde también operan bandas del crimen organizado y del narcotráfico, exponiendo como trasfondo una antigua realidad de pobreza, desigualdad social, corrupción, injusticias, criminalidad y violencia, para la que el Estado paraguayo ha ofrecido hasta ahora pocas respuestas.

En ese contexto, el pueblo indígena guaraní Pãi Tavyterã, que habita principalmente en la Cordillera del Amambay, se ha convertido en los últimos años en blanco de ataques con la incursión del grupo armado en su territorio.

Este pueblo tiene su particular historia. Los Paî Tavyterã están convencidos de que la vida empezó en el cerro sagrado Jasuka Venda, conocido como Cerro Guasu, donde Ñane Ramõi Jusu Papa (“Nuestro abuelo grande eterno”), creó al primer hombre y a la primera mujer, luego engendró la palabra, la humanidad y todo el universo. Ese verde y bello promontorio geológico entre Yby Yaú y Capitán Bado es para ellos el ombligo del mundo, el Jardín del Edén.

En los años ochenta, el Jasuka Venda fue invadido por empresarios rurales brasileños que intentaron expulsar a los nativos, con la complicidad de autoridades corruptas, para quedarse con sus tierras. Tras la caída de la dictadura, a su regreso del exilio, el gran escritor Augusto Roa Bastos aportó su prestigio intelectual y su pasión solidaria en una campaña para recuperar el territorio usurpado. Se logró que el Estado expropie 7.681 hectáreas de tierras ancestrales, con el Jasuka Venda como centro, otorgando la propiedad a los Paî y declarando el sitio como patrimonio cultural, en donde pudieron seguir desarrollando su valiosa cultura.

Desde hace unos cinco años, el Jasuka Venda empezó a sufrir otra clase de invasión, al haberse convertido en escenario del conflicto armado que involucra a las bandas criminales que se presentan como guerrilleras, a escuadrones del narcotráfico y el contrabando, como a las tropas militares y policiales que simulan combatirlos, hasta hace poco sin mucho éxito.

Tras haber perdido hegemonía en el sur del Departamento de Concepción y el norte de San Pedro, en localidades como Horqueta, Azotey, Arroyito, Kurusu de Hierro, Tacuatí, Tacuatí Poty, los integrantes del se han ido desplazando hacia los cerros Sarambi, Guaraní y fundamentalmente el Cerro Guasu o Jasuka Venda, penetrando en el territorio ancestral y sagrado de los Paî Tavyterã.

Allí el grupo armado ha intentado presentarse como una especie de justicieros reivindicadores de los derechos indígenas —como lo han hecho los guerrilleros zapatistas en Chiapas, México—, formando incluso una Brigada Indígena, pero han sido enérgicamente desmentidos por los líderes Paî, denunciados por reclutar a niños nativos menores de edad en contra de su voluntad. “No los vemos como guerrilleros, sino como los ka’aguy póra, espíritus malos del monte”, había dicho la lideresa Digna Morilla.

En las estriberas del Cerro Guasu, en noviembre del 2020, se produjo un ataque nocturno de la FTC contra el EPP, que ocasionó la muerte de un líder histórico del grupo armado, Lucio Silva, y donde presuntamente desapareció la menor de edad C.E.O.V., Lichita, hija de los fundadores del EPP, Alcides Oviedo y Carmen Villalba (presos desde 2001), de quien hasta hoy se ignora su paradero.

Fue también allí en donde los miembros de la FTC asesinaron el domingo 23 de octubre último al comandante Alexander, jefe máximo del EPP, luego de que él y sus hombres ajusticiaron a dos indígenas, entre ellos al reconocido líder Alcídes Morilla Romero, a quien la antropóloga Marilin Renhfeldt denomina “el custodio del origen del mundo”. Alcides es hermano de Digna Morilla, cuyo esposo, Leonardo Gómez Riquelme, también resultó herido durante el ataque y probablemente, según los médicos, quedará con una parálisis irreversible

El mítico Cerro Guasu o Jasuka Venda, en el Amambay. / GENTILEZA

La necesidad de proteger a los indígenas

Aún faltan datos para reconstruir lo que pasó, pero evidentemente los del EPP intentaban dar una «acción ejemplificadora» a miembros de la comunidad Jasuka Venda, posiblemente como castigo por alguna supuesta delación o por colaborar con la FTC.

Lo ocurrido demuestra la vulnerabilidad de los pueblos indígenas de la región, ante la violencia que llega desde distintos autores enfrentados. Ante esta situación, se han escuchado voces de alarma, como las expresadas en un polémico comunicado de la Coordinación de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy), reclamando que el Estado debe garantizar la protección a los sobrevivientes de estas familias indígenas, ante posibles represalias.

Habrá que ver como continúa esta historia.  Es posible que los miembros del grupo armado reaccionen con más violencia, con algún ataque o secuestro a su estilo. Otra opción es que asuman el fuerte golpe recibido y acepten dialogar en búsqueda de una salida política. Sería el mejor escenario, pero es el menos probable.

Es temprano para vaticinar el principio del fin del EPP, pero es indudable que han recibido el golpe más fuerte en su historia. Y no hay que olvidar que una posible derrota o extinción seria solo una parte del grave problema de criminalidad y violencia que afecta a gran parte de la región norte -y que repercute en todo el país-. También habrá que vencer a los grupos del crimen organizado como el Primer Comando Capital (PCC), el Comando Vermelho, el Clan Rotela y otras bandas, incluyendo a sus aliados políticos en esferas de poder e instituciones estatales, entre ellos altos dirigentes del Partido Colorado.