Gestores culturales mantienen la memoria histórica en los museos de Ñeembucú

Gran parte de las reliquias de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) se hubieran perdido sin remedio, si algunos gestores culturales ciudadanos como la profesora Vicenta Miranda, en Humaitá, o el incansable Vicente García, en Paso de Patria, no se hubiesen dedicado a buscarlos, recolectarlos y organizarlos en valiosos museos locales, con el apoyo entusiasta de la población. Desde El Otro País les invitamos a un recorrido para conocer este importante trabajo de rescate de la memoria.

Llegar al Departamento de Ñeembucú es acceder a una de las regiones con más rica historia en el Paraguay. Recorrer los vastos humedales y los innumerables lugares en donde se desarrolló gran parte de la Guerra contra la Triple Alianza (1864-870), supone conocer mejor los episodios de los tres primeros cinco años que duró la contienda.

Se trata del inicio de la denominada “Diagonal de Sangre”, la ruta bélica que se inicia en Itapirú, el emblemático lugar donde se encuentran los ríos Paraná y Paraguay, marcando el principio del territorio nacional desde el Sur, siguiendo por Paso de Patria, Tuyutí, Estero Bellaco, Yataity Corá, Humaitá, hasta la legendaria San Fernando, desde donde el trayecto sigue hacia Cerro Corá, donde culminó la guerra con la muerte del mariscal Francisco Solano López, el 1 de marzo de 1870.

Estos sucesos, que marcaron a fuego a nuestro país, están atesorados en valiosos museos que preservan la memoria histórica, que se instalaron y se mantienen principalmente con el esfuerzo de gestores culturales y la propia población de estos lugares.

Desde el Otro País les invitamos a un recorrido por los museos de Paso de Patria y Humaitá, donde se respira la historia viva de Ñeembucú y de todo el Paraguay.

Reliquias de la Guerra Guasu en el Museo Ex Cuartel de López, en Paso de Patria. / MAURICIO ACOSTA

Paso de Patria, un museo vivo

La localidad de Paso de Patria queda a 63 kilómetros al sur de Pilar, accediendo por la Ruta PY04 General José Eduvigis Díaz. Se encuentra orillas del río Paraná, frente a la ciudad argentina de Paso de la Patria.

El asfalto llega hasta el distrito de General Díaz, continúa un trayecto de empedrado y luego de tierra, lo que dificulta un tanto el acceso. Falta un camino de todo tiempo para poder llegar hasta el distrito que está ligado íntimamente a nuestra historia, insisten los lugareños y visitantes.

Paso de Patria está lleno de recuerdos, de bombardeos, música y sangre de soldados paraguayos y aliados. En el centro de la ciudad se encuentra el Museo Histórico Ex Cuartel del Mariscal Francisco Solano López, dirigido y sostenido por el gestor cultural Vicente García, un verdadero amante de la historia, uno de los que recuperó gran parte de los objetos que se muestran en el lugar, saliendo él mismo, con ayuda de sus familiares, a excavar en las antiguas trincheras para rescatar restos de espadas, lanzas, fusiles, proyectiles, balas de cañón, utensilios, botellas, hebillas, cintos, botones, cornetas, tinteros, frascos de perfumes.

Vicente y los miembros de su familia se ocupan del cuidado del museo, de conducir las visitas guiadas y en sus horas libres prosiguen con la búsqueda de todo lo que recuerde la guerra.

«Con la gran inundación de 1983, la infraestructura del ex cuartel se derrumbó con la fuerza de las aguas. Recién en el 2004 se pudo recuperar por completo el edificio, con la ayuda del entonces intendente municipal, Marcos Ibarrola y el apoyo de la Secretaria Nacional de Cultura», cuenta Vicente.

El museo se sostuvo durante varios años casi sin ningún recurso, con el esfuerzo de Vicente y sus familiares, más el apoyo de la comunidad, hasta que pudo obtener el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura y la Entidad Binacional Yacyretá.

«Ñeembucú es un enorme museo en toda su extensión, debido a que tres de los cinco años de la Guerra contra la Triple Alianza, se desarrollaron en esta zona. Para nosotros es una búsqueda constante de los restos que quedaron», relata

Durante la Guerra, el Mariscal Francisco Solano López se estableció primero en Humaitá y luego se mudó a Paso de Patria para comandar personalmente la acción de las tropas. “Él ordenó la fortificación de Paso de Patria e Itapirú, ante el avance de las tropas aliadas», cuenta García.

Alrededor del cuartel de López, se encontraban los campamentos del Ejército, los almacenes que proveían mercadería y bebidas, incluso algunos burdeles. «En las excavaciones encontramos frascos de perfumes con inscripciones de París, New York, London, Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo”, relata el encargado del museo.

Las mujeres que acompañaron a sus maridos e hijos durante el tiempo en que duró la guerra, eran quienes cocinaban y lavaban la ropa, se desplazaban a medida en que transcurrían las batallas y mucha de ella también tomaron las armas para pelear, cuando fue necesario, cuenta Vicente

El museo de Paso de Patria cuenta con tres salas acondicionadas que resguardan los distintos objetos rescatados. En la primera sala se presentan proyecciones de los lugares donde se desarrollaron las batallas. En la segunda sala, están ubicadas imágenes sacras que pertenecían a las familias que regresaron al pueblo, al culminar la guerra. También se puede encontrar urnas funerarias que datan de antes de la colonización, que eran cocidos en hornos. Pertenecen a la cultura de los tupí guaraní y los payaguaes, quienes dominaban los ríos Paraná y Paraguay, además de los arroyos y esterales que riegan las tierras ñeembuqueñas.

Vicente García, reconocido gestor cultural, director del Museo de Paso de Patria.

El buscador de tesoros de la guerra

Vicente García tiene 51 años y es nacido en Paso de Patria. Se formó leyendo a historiadores cómo Juan E. O’leary, Efraín Cardozo y otros, cuyos relatos domina a la perfección. «Algunos me dicen profe», ríe. Como encargado del Museo, cobra un sueldo de la Municipalidad de Paso de Patria. Recibe a visitantes de todo el mundo, guiando a quienes llegan hasta el museo e incluso los acompaña a las trincheras y los campos de batalla, explicando las historias que allí ocurrieron.

Desde hace cinco años es el principal impulsor de una actividad anual, la «Caminata Histórica de Tuyutí», una marcha de autoridades, estudiantes y pobladores desde el centro de Paso de Patria hasta el campo de la Batalla de Tuyutí, a dos kilómetros al norte de la ciudad, donde ocurrió la mayor batalla, el 24 de mayo de 1866, donde cayeron unos 70 mil combatientes paraguayos. La actividad ya se ha vuelto una tradición.

«Me considero un fanático del rescate y la colección de las espadas que se usaron en la guerra. En el museo tenemos varias empuñaduras, incluso una de oro, que perteneció a un soldado aliado. En un basurero encontramos un peine, incluso una libra esterlina. Todo lo que se encuentra debe ser manipulado con mucho cuidado, por el deterioro ante el paso de los años. Mucho de esos objetos tienen más de 180 años de antigüedad, con todo el peso de la historia», narra.

El Museo Histórico Ex Cuartel del Mariscal Francisco Solano López está abierto de lunes a lunes, de 8 a 12 horas y por la tarde hasta las 15. «Queremos que los niños y jóvenes vengan a conocer de cerca nuestra grandiosa historia», invita Vicente, quien con su hijo y su hija forman además un conjunto musical que entona canciones patrióticas en los actos y en los encuentros.

Un cañón de la Guerra, con balas y otros elementos, se pueden apreciar en el Museo de Paso de Patria. / MAURICIO ACOSTA.

Humaitá, gloriosas ruinas que resistieron la invasión

Llegar hasta la ciudad de Humaitá, sobre la margen izquierda del río Paraguay, a 40 kilómetros al sur de Pilar, es como pasar por un túnel del tiempo, ingresando a un pueblo aún con pintorescas calles de tierra y casonas de estilo colonial, que datan de la posguerra, donde también se encuentra el ex Cuartel General del Mariscal Francisco Solano López, desde donde dirigió parte de la defensa ante el avance de los aliados durante la Guerra Guasu.

Desde Pilar se llega por un trayecto de 10 kilómetros de asfalto y un trayecto de 30 kilómetros de tierra y polvo. Aquí, el principal atractivo son las famosas Ruinas de Humaitá, los restos de la antigua Iglesia de San Carlos Borromeo, que fuera construida a pedido de Don Carlos Antonio López, cuyos muñones que quedaron en pie tras un insistente ataque con cañones de la flota brasileña, se mantienen imponentes como símbolo de una heroica resistencia. El bombardeo contra Humaitá se produjo durante el 23 y 24 de julio de 1868.

Las ruinas de la antigua Iglesia de San Carlos, en Humaitá, gloriosa imagen de la resistencia. / MARÍA ALEJANDRA ACOSTA

Además del ex cuartel de López, convertido en museo público, otro lugar que merece ser visitado la Casa Museo Don Maximiliano, Defensa de Humaitá, una iniciativa particular de la reconocida docente y gestora cultural Vicenta Miranda, quien desde hace décadas viene recolectando reliquias de la guerra, organizando un espacio de memoria en su propio domicilio, en el centro urbano, a pocas cuadras de las ruinas de la Iglesia.

Vicenta es oriunda de Sapucai, pero llegó siendo joven a Humaitá y quedó atrapada por la belleza y la historia del lugar. El nombre del museo es en homenaje a su padre, ya fallecido, también un apasionado por la historia.

“Siempre habíamos compartido el mismo sueño con mi padre, el de tener un lugar en donde exponer los objetos encontrados de la guerra.  Cuando él araba la tierra para cultivar, empezó a encontrar las reliquias y así fuimos atesorando”, relata Vicenta.

Entre los objetos que fueron desenterrando durante mucho tiempo, se encuentran proyectiles del ejercito aliado y del ejército paraguayo, monedas, sables, estribos, bayonetas, entre otros muchos tesoros. “Mantener la memoria viva de un pueblo es una conquista que se hace presente con cada persona que visita el lugar”, dice la educadora.

La Casa Museo don Maximino, en la residencia de la profesora Vicenta Miranda, en Humaitá. / MARÍA ALEJANDRA ACOSTA.

Una ciudad con mucha historia

Humaitá fue la gran fortaleza, establecida desde la época colonial, que impidió que los barcos del ejército aliado puedan avanzar aguas arriba, durante mucho tiempo. Un cuadrilátero defensivo, con cañones emplazados que dominaban una cerrada curva del curso del río y cerraba también los accesos por tierra. Además, en el lecho del río, había minas y tres grandes hileras de cadenas, que bloqueaban la navegación.

Gran parte de lo que fue esa obra de ingeniería bélica aun puede ser observada. “Según el comportamiento del clima y con la crecida de los ríos, se puede ver el sistema defensivo entre los carrizales, las trincheras, las casamatas. Con una observación aérea se pueden ver todavía las baterías, que ahora se están perdiendo por la erosión del río”, señala la profesora Miranda.

Quienes deseen vivenciar la historia de Humaitá deben buscar imprescindiblemente a Vicenta Miranda. Ella es una apasionada narradora, que tiene la capacidad de transportar a sus oyentes en el tiempo, viviendo los acontecimientos de hace un siglo y medio como si estuvieran ocurriendo ahora, mientras además va mostrando el valor de los objetos atesorados en el museo.

Vicenta Miranda, docente y gestora cultural en Humaitá. / MARÍA ALEJANDRA ACOSTA.

“Tengo objetos que directamente no fueron parte de las batallas, por ejemplo, una planchita a la que le llamo la ‘reina del museo’, también una botellita de vidrio que encontramos en una caminata con mi hermana, en el Hospital de Sangre. ‘Tengo que desenterrar un entierro’, es una botella entera con la inscripción López Castro”, cuenta la profesora.

El trabajo de Vicenta, docente jubilada, es principalmente voluntario y se sostiene en el apoyo de la propia ciudadanía. Su valioso aporte en el rescate de la memoria le valió recientemente un reconocimiento que le entregó el ministro de Cultura, Rubén Capdevila, “por su trabajo en resguardar la historia de Humaitá”.

Para visitar el Museo Don Maximino se pueden comunicar al teléfono 0975-164452, de la profesora Vicenta Miranda, para agendar una visita al valioso espacio, en una bella vivienda poblada de plantas. El museo es de propiedad privada, no cuenta con apoyo de ninguna institución pública. Se mantiene con recursos propios de la trabajadora cultural, quien menciona su deseo de que haya un semillero de jóvenes que puedan continuar con el trabajo de mantener viva la historia de nuestro país. “Quienes me visitan y saben de mi trabajo siempre me alientan y eso es lo que fortalece el espíritu para seguir dando a conocer la rica historia” destaca.

Algunos de los valiosos elementos de la guerra, atesorados en el Museo Don Maximino, en Humiatá. / MARÍA ALEJANDRA ACOSTA.