Es diciembre y los pueblos y ciudades se llenan de luces multicolores. Por las tiendas pululan personajes vestidos de Papá Noel, mientras duendes con gorro verde reparten ofertas en las calles.
En el hemisferio norte, el frío golpea el rostro de los transeúntes que buscan chocolate caliente para entonar el cuerpo y seguir curioseando en la tarde o continuar con la jornada laboral.
Muchas de esas personas son migrantes y para ellas cuanto más se acercan las fiestas, más afloran las añoranzas que intentan paliar con videollamadas. Sin embargo, a pesar del techaga’u, las paraguayas y paraguayos que viven lejos de su tierra intentan pasarlo bien. Según el país y la región de residencia, las costumbres varían y cada uno se acomoda a lo que hay o a lo que puede.
España, comilonas familiares y Reyes Magos
En algunas regiones del Estado español, las tradiciones navideñas son algo similares a las de Paraguay, como la cena de navidad, aunque con distintas comidas, claro está o la tradición de los Reyes Magos, con la salvedad de que no solo trae regalos a los más pequeños de la casa. Se come mucho y se comparte con las familias, que pueden ser numerosas.
«En casa siempre ponemos un pesebre con figuras que traje de Paraguay», comenta Nilda Pineda desde Torrelodones, Madrid. Ella es bailarina y lleva más de veinte años fuera de su país de origen. Valora estas fechas en el sentido de que es una buena ocasión para ver a toda la familia reunida. «En Navidad nos juntamos toda la familia de mi esposo, son entre treintaicinco personas, a veces más», relata.
Nilda disfruta del clima y del ambiente que se genera en esta época. Consultada sobre qué echa de menos de su tierra, ella lo tiene claro: «Me gusta estar tomando clericó o cervecita fría en el jardín mientras voy saludando a los vecinos que pasan y los niños que vienen a ver el pesebre».
Gustavo Zaracho vive en Alicante, en la costa mediterránea, y desde allí pasa las “navidades”, como dicen por estas tierras, con su pequeña familia. «En nuestra casa preparamos el pesebre, que en España le llaman Belén, pero con los personajes que tenemos, que no son de barro como lo hacemos allá. También tenemos el árbol y decoramos lugares de las casas con luces y guirnaldas», explica Gustavo y también dice que la noche del veinticuatro de diciembre hacen la cena familiar y realizan videollamadas a sus familiares en Paraguay.
Zaracho es trabajador social y vivió mucho tiempo en Paris, antes de llegar a Alicante. Lleva toda una vida de migrante a la que se fue acostumbrando. Sin embargo, de vez en cuando la añoranza aflora, sobre todo en estas fechas, tal y como él lo cuenta: «Me falta la flor de coco para el pesebre y un poco, no mucho, de aquel calor de diciembre. Y por supuesto, la familia y las amistades en el país».
Nieve y Papá Noel
La historia de la artista plástica Ruth Celeste es muy diferente y más adversa aún. Ella vive en Scituate, un pueblo costero en el estado de Massachussets, Estados Unidos. Allí la navidad es gélida, como en las películas de temporada que les encanta a los estadounidenses.
«Es tan diferente a lo que vivimos en Paraguay. Desde que entra diciembre se pasan viendo películas y escuchando canciones navideñas», comenta Ruth y cuenta que ella apenas tiene un mantelito y su mate como punto de unión a esa idea de paraguayidad. «Acá no hay cena de Navidad el veinticuatro, porque el día grande es el veinticinco, cuando se abren los regalos y se hace la gran cena», expresa.
También dice que a veces se siente culpable por la importancia que le dan a los regalos, que en muchos casos suelen ser costosos, porque ella recuerda que en su casa de Luque apenas había para comprar regalos y que los Reyes Magos nunca le trajeron lo que ella quería.
Ruth está casada con Charlie. Es chef y para atenuar la añoranza de los sabores paraguayos, le prepara a Ruth una asadera de chipa. Ella dice que le gusta la experiencia de una navidad con nieve, con Papá Noel, pero también extraña la sencillez de su Navidad luqueña. «Yo siento navidad en la sandía, el melón y las naranjas, en el kavure’i que se usa de portal, la paja, la tierra y las piedras que se colocan en el suelo del pesebre. Aquí se siente la navidad por el clima y las decoraciones en la nieve y en el proceso de escoger un regalo para alguien especial», reflexiona.
Panettone y la viejita de los caramelos
En Florencia, Italia, vive la comunicadora Lourdes Ramírez. Cuenta que allí el evento importante es el almuerzo del veinticinco de diciembre. Sin embargo, con su marido y sus hijas hacen una cena en Nochebuena como la harían en Paraguay. «Nosotros como familia, los cuatro hacemos la cena de nochebuena a la paraguaya, con sopa, peceto y ensalada rusa», reseña. Lourdes añade que no faltan el clericó y el pesebre. Eso sí, siente la ausencia del aroma de flor de coco y el «insoportable y adorado calor».
Después de esa «celebración paraguaya», la fiesta prosigue el día veinticinco. «Al día siguiente abrimos los regalos y después vamos a un almuerzo italiano con la familia ampliada. El menú es a base de pavo, tortellini y panettone», explica. Los regalos los trae Papá Noel en ese día y luego, el seis de enero, en vez de los Reyes Magos, la que visita los hogares es la Befana, una adorable viejita que reparte, sobre todo, caramelos y chocolates que va dejando en las medias de niños y niñas.
Estas cuatro historias reflejan la diversidad e intensidad de experiencias de las personas migrantes. Viven y disfrutan a su manera de esa otra navidad lejos de casa, quizá con el recuerdo de las calurosas noches de diciembre y el coro de cigarras que acompañan las largas siestas del Paraguay.
Navidad, migrante Navidad.