Cada 1 de febrero, cerca de la hora 19.00, cuando el sol empieza a ocultarse en un horizonte de vivos colores, la gran mayoría de los pobladores de Atyrá, en el Departamento de Cordillera, a 61 kilómetros de la capital del país, se visten casi enteramente con ropas de color blanco y concurren a juntarse en el pintoresco portal de entrada de la ciudad.
Allí les espera la imagen de la Virgen de la Candelaria, santa patrona de la ciudad, adornada de flores y montada sobre el techo de un auto. Jinetes a caballo la escoltan, junto a autoridades y la gente del pueblo. La procesión inicia con el acompañamiento de una banda de músicos y se va abriendo paso a lo largo de la avenida Feliciano Martínez, la principal vía que lleva el nombre del legendario primer intendente democrático, ya fallecido, que con su cruzada ecológica convirtió a Atyrá en la ciudad más limpia del país.
A medida en que la marcha avanza, más pobladores saludan con velas encendidas a los costados de la ruta y se van sumando a la procesión, hasta llegar al histórico templo San Francisco de Asís, en medio de una amplia y arbolada plaza. Allí se realiza una misa al aire libre, en la explanada, a cargo del párroco Felipe Martínez y varios otros sacerdotes, con una concurrencia que llena casi dos cuadras de la calle asfaltada.
Mientras la celebración religiosa se extiende por casi dos horas, un voluntarioso equipo de chefs y colaboradores extienden sobre largas mesas más de medio millar de platos con siete variedades distintas de menú, para servir a las personas que han adquirido previamente sus adhesiones, a 50.000 guaraníes. Este año, las previsiones fueron ampliamente desbordadas y los cocineros tuvieron que improvisar platos extras.
Tras la misa, se extendieron las mesas a lo largo de las dos calles junto a la plaza, mientras se iniciaba un show artístico, a cargo de los cantantes regionales Carlitos Almada, Mili Britos, Jazmín Torales, Tobías Espínola, seguido de la presentación de una de las principales estrellas de la noche, el conocido cantautor Ricardo Flecha, acompañado del tecladista Oscar Fadlala. El show fue cerrado a la madrugada por el dúo cómico Jagua ha Pirãi.
Un pueblo que comparte
Más allá de su significación simbólica en lo religioso y lo artístico, el gran valor de La Noche Blanca (como se llama a este emprendimiento anual, iniciado en 2012), es que se trata de una fiesta popular, que potencia el espíritu comunitario y solidario de la población de Atyrá, destaca el intendente de la ciudad, Juan Ramón Martínez.
“Ya desde varias semanas antes, una organización de vecinos, junto con las autoridades y los funcionarios municipales, junto a los equipos de la parroquia, se juntan para ir realizando los trabajos para una noche que toda la ciudadanía espera con muchas expectativas”, indica Martínez.
Desde días antes, se ve a grupos de jóvenes y personas adultas trabajando por hermosear las plazas y calles, principalmente el trayecto que recorrerá la procesión, como el espacio público en derredor de la Iglesia, donde se realiza la misa y la gran cena comunitaria.
“Lo lindo es que aquí no hay distinciones ni diferencias. Tanto las personas más humildes como las que tienen cierta posición social vienen por igual, en familia, vestidas de blanco, participan de las celebraciones y se sientan juntas en las mesas a compartir la misma cena. Nunca se registran altercados ni incidentes. Hay un comportamiento ejemplar de las personas, que se sienten unidas y motivadas de aportar su esfuerzo para que nuestra ciudad siga siendo la más limpia y saludable, un ejemplo para otras comunidades”, señala el intendente.
Lo recaudado en La Noche Blanca se destina a la restauración del histórico templo de San Francisco de Asís, que tiene uno de los retablos franciscanos más antiguos y más bellos del país. En la celebración del año pasado se recaudaron 37 millones de guaraníes, que sirvieron para pagar parte de los estudios arquitectónicos previos sobre el estado del templo, para realizar la restauración.
Atyrá, inicialmente llamada Atyha (lugar de encuentro o de reunión de personas), fue fundada por el gobernador Domingo Martínez de Irala en el año 1538. El templo original se construyó en 1782, fue renovado en 1852 por orden del presidente Carlos Antonio López, luego reemplazado y mudado de lugar por el actual templo, construido en 1928. El edificio, que funciona como un museo con valiosas reliquias de arte sacro, tiene graves deterioros en su actual estructura y será refaccionado, con aportes de la misma comunidad, de la comuna y de la entidad binacional Yacyretá. Las obras ya han iniciado actualmente, mientras tanto, las misas y celebraciones deberán realizarse durante un tiempo en otro local.