Exclusivo: Lean un capítulo del libro “Las orgías de General”, de Andrés Colmán Gutiérrez

“Las orgías del General – Una crónica sobre las niñas víctimas sexuales de la dictadura stronista”, nuevo libro escrito por Andrés Colmán Gutiérrez (director periodístico de El Otro País), es el segundo volumen editado con nuestro sello Ñe'ẽ Raity, esta vez en co-edición con Servilibro. Es un aporte para recuperar la memoria histórica ante un doloroso episodio, por mucho tiempo silenciado. Ofrecemos a los lectores y lectoras de El Otro País, en forma exclusiva, el texto del primer capítulo, titulado “El almuerzo interrumpido de Malena Ashwell”.

—¡Socorro…! ¡Ayuda, por favor…!

Ni siquiera habían podido empezar a degustar el primer plato, cuando el escándalo llamó a sus puertas y les interrumpió abruptamente el almuerzo.

Ocurrió un cálido mediodía, a principios de noviembre de 1975.

Ada Rafaela Ashwell Mallorquín de Rodríguez, más conocida como Malena, por entonces con 26 años de edad, junto con su esposo, el teniente Carlos Antonio Rodríguez Encina, miembro de la Marina, quien prestaba servicio en el Buque Guaraní, habían concurrido a la residencia de un oficial superior de dicha rama de las Fuerzas Armadas paraguayas, en el barrio Sajonia de Asunción, invitados a comer y a pasar un día agradable, pero el destino los enfrentó a una situación muy diferente.

Todavía se encontraban en los aperitivos y en una amena conversación previa antes de almorzar, cuando escucharon unos desgarradores gritos provenientes desde la calle.

Malena salió a mirar, acompañada de su marido y los dueños de casa.

Se encontraron con algunas personas que estaban entre temerosas y horrorizadas, observando lo que pasaba en una vivienda próxima, ubicada sobre la actual calle Carlos Gómez, por entonces más conocida como 16 proyectada, esquina con Narciso López, a dos cuadras de la importante avenida Colón, en el barrio Carlos Antonio López, que en esa época aún formaba parte del tradicional barrio Sajonia.

«Con horror vi los cuerpos inertes de tres niñas, dos de ellas de unos 8 años, la otra de 9, tendidas desnudas sobre un montón de arena en la parte trasera de la casa», contaría luego Malena durante una entrevista concedida en la ciudad de Washington, Estados Unidos, al periodista norteamericano Joe Spear, miembro del equipo del afamado columnista político e investigador Jack Anderson (uno de los pioneros del periodismo de investigación, ganador del Premio Pulitzer, ya fallecido), quien reveló el caso dos años después de sucedido, en el diario The Washington Post, en fecha 20 de diciembre de 1977, en su célebre columna que también se reproducía en varios periódicos del mundo.

 El controvertido tema seguiría siendo abordado luego en otros posteriores artículos de Anderson, quien también se ocupó de las redes de narcotráfico que involucraban a altos jefes militares del Paraguay.

Las niñas «estaban sangrando de las áreas genitales y tenían marcas en sus cuerpos, que evidenciaban abuso sexual», afirmó la mujer, quien en la publicación fue presentada como Ada Rodríguez, para protegerla (tomando su primer nombre y el apellido de su marido). Recién tras la caída de la dictadura se pudo precisar que la verdadera identidad de aquella testigo era la de Malena Ashwell, por entonces una distinguida dama de la sociedad asuncena, no solo por estar casada con un alto oficial de la Marina, parte de una fuerza armada que sostenía al dictador Alfredo Stroessner, sino por ser hija del doctor Washington Ashwell, reconocido economista e historiador (fallecido en 2015), que por esa época residía en Estados Unidos, trabajando para organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Además, la madre de Malena, Ada Mallorquín, era hija de Juan León Mallorquín, una de las grandes figuras del oficialista Partido Colorado, quien había llegado a ser presidente de la Corte Suprema de Justicia y fue el principal propulsor de la recuperación para el Estado de los extensos yerbales vírgenes del Alto Paraná e Itapúa, enajenados por empresas latifundistas desde finales del Siglo 19, entre ellas La Industrial Paraguaya y la Compañía Barthe.

Es decir, Malena Ashwel tenía por entonces mucha ascendencia en los círculos del poder, lo que sin embargo no evitó que sea posteriormente detenida y torturada salvajemente por los esbirros de la dictadura, solo por atreverse a intentar denunciar el horror que había observado.

Aquel fatídico mediodía de noviembre de 1975, ante la gravedad de lo que sucedía, llamaron a la comisaría policial más cercana, la actual Comisaría Segunda, desde donde, a los pocos minutos, enviaron a un oficial a verificar lo que estaba ocurriendo.

«Un viejo cuidador (de la casa) les dijo que estaba trabajando bajo protección de un jefe militar, que identificó como el coronel Perrier. Al escuchar esto, el policía se retiró inmediatamente, sin tomar medidas», dijo Malena, según lo publicado por Anderson, quien firmó el reporte con otro periodista de su equipo, Les Whitten, quien ya llevaba tiempo investigando y que, incluso —como se verá más adelante—, habría viajado durante un tiempo al Paraguay, trabajando de incógnito en seguir el caso, tras un acuerdo con el médico Joel Filártiga.

«Mas tarde, los vecinos nos dijeron que en cierta ocasión el viejo tenía bajo su cuidado a catorce niñas, de entre 8 y 9 años», destacó la mujer.

Indignada, ella empezó a realizar más averiguaciones.

«Supo que el coronel Perrier mantenía la casa en el residencial barrio Sajonia, donde campesinas jovencitas compradas a sus empobrecidos padres son proveídas a los jefes paraguayos», relató el artículo de Anderson y Whitten.

«El general Stroessner frecuenta la casa», les aseguró Malena.

Anderson y Whitten revelaron que habían estado siguiendo por más de un año «la pista de una sórdida historia de depravación sexual entre altos cargos del Gobierno paraguayo».

«El dictador ha estado también conectado a este horrible escándalo sexual. Nuestras fuentes alegan que él visita con frecuencia la casa en el barrio Sajonia, en donde las criaturas son violadas. Sin embargo, lo triste es que por muchos años Estados Unidos ha sido el más fuerte apoyo de Stroessner», indicaron los periodistas.

La ex casa de Popol Perrier en Sajonia, donde funcionaba el harén de niñas. / Andrés Colmán Gutiérrez

El miedo y el silencio ante el horror

Tras conocer lo que sucedía en aquella residencia, Malena Ashwell «imploró a sus influyentes amigos para que denunciaran esa pesadilla», refirió el artículo de Anderson y Whitten.

«Le advirtieron repetidamente ‘quedar callada y no meterse’”, aseguraron.

Al respecto, otros datos y testimonios conocidos posteriormente, permiten reconstruir mejor aquel singular episodio.

La vivienda, de la que solo quedan partes de la estructura original y que a la fecha se encuentra en manos de otros propietarios, pertenecía entonces al coronel Leopoldo Perrier, más conocido como Popol, un cercano amigo del general Alfredo Stroessner, quien gobernaba el Paraguay como una dictadura militar. Había accedido al poder tras un golpe de Estado, producido en mayo de 1954, al que siguió la realización de unas elecciones amañadas que se repetían como una farsa cada cinco años.

Stroessner y Popol habían peleado juntos en la Guerra del Chaco, que enfrentó al Paraguay con Bolivia entre 1932 y 1935. Luego, cuando el general se convirtió en gobernante del país, Popol fue a visitarlo y consiguió que el dictador le otorgue la habilitación para abrir varios casinos y casas de juego junto con otro socio, llamado Julio Valentino, entre ellos el Royal Park, que funcionaba sobre la avenida Eusebio Ayala, frente a la sede del Club Guaraní.

Fue entonces cuando Popol, conocedor de la parafilia o pedofilia de la que padecía su amigo el general, a quien le atraía mucho mantener relaciones sexuales con niñas o chicas muy jóvenes, especialmente si aún eran vírgenes, se propuso organizar una especie de harén, en donde criar y mantener a chiquillas, puestas a disposición para que el dictador pudiera saciar sus instintos libidinosos, como también a algunos de los jerarcas de su círculo más íntimo, recibiendo a cambio más favores para sus negociados.

Para ello, Popol adquirió una casona en un sector por entonces retirado de la ciudad. “Se compró la casa en donde criaba a sus muchachas y las entrenaba, de modo que desarrollaran las excelsas habilidades de Afrodita, para que con ellas entretuvieran luego en sus momentos de ocio a El Rubio. Así, este podría olvidar por algunas horas los agobios que le producía mandar tan en solitario en el país”, narra con tono irónico el escritor e investigador Bernardo Neri Farina, en su libro El último Supremo – La crónica de Alfredo Stroessner.

Destaca que “las niñas traídas especialmente del interior del país eran preparadas para ser luego ofrecidas como delicias al presidente y su corte”.

Aunque los pocos vecinos del lugar eran conscientes de lo que sucedía en la casa del coronel Perrier, guardaban un prudente silencio, debido al miedo a sufrir represalias.

“Stroessner se hizo asiduo concurrente a la casa de Perrier. Tanto le gustaba aquel ambiente, que con frecuencia iba allá a las 6 de la mañana para iniciar su ‘jornada de gobierno’ ahí mismo. A esa pícara residencia concurrían, a esa misma hora, hasta los jerarcas militares a recibir las instrucciones del día. Era común ver a los hermanos Manuel y Francisco Brítez, ambos generales —el primero, intendente municipal de Asunción y el segundo, jefe de la Policía de la capital—, entrar y salir con aire de marcialidad inmutable, como si lo estuvieran haciendo en el propio Palacio de Gobierno”, narra Neri Farina.

El autor apunta con más ironía que “el presidente era el presidente y podía mandar desde donde quisiera, incluso desde esa afiebrada casona en donde se podía de pronto ver deambular en los pasillos a exuberantes niñas, cuyas erguidas turgencias disparaban sabia y directamente su carga de deseo a los ojos de quienes iban a ver al jefe”.

Aníbal Miranda, otro destacado escritor e investigador, ya fallecido, autor de la extensa biografía Stroessner que el diario Última Hora, de Asunción, publicó en entregas semanales a partir de 1994, revela otros importantes detalles.

“Mucha gente sabía y había comentarios sotto voce, pero nadie abría la boca en público. El riguroso secreto oficial lo era solo a medias. La inclinación del presidente por las chiquilinas había llegado al extremo de desflorar niñas. Muchas ni siquiera llegaban a la edad de merecer. Se las ubicaba en casas protegidas de las cuales dos eran notorias por el tráfico humano continuado, la primera en el barrio Sajonia de Asunción, otra subiendo el cerro de Caacupé, casi pegada a la quinta Jaeggli”, relata Miranda.

Describe el proceso de preparación de las niñas secuestradas a la fuerza o arrancadas de sus padres, para convertirlas en esclavas sexuales, de la siguiente manera: “Una vez encerradas se sometía a las niñas a chequeo médico, se las medicaba con antiparasitarios y alimentaba. La veterana del grupo les enseñaba aseo personal, tareas de cocina y limpieza. Se las preparaba para servir a gente importante y el cuento a los padres o encargados para su entrega era que trabajarían como empleadas en residencias respetables”.

La doctora Gladys Meilinger de Sannemann, víctima del siniestro Plan Cóndor, en su testimonio reproducido en el informe final de la Comisión de Verdad y Justicia, señala: “Stroessner apreciaba mucho a las pequeñas, sobre todo a las vírgenes, a las criaturas, que eran jovencitas de 10, 11 años, por ejemplo, le decía: ‘esta es una abanderada del interior, etc’, porque él se iba a entregar los títulos, y si le veía a una muchacha linda, entonces le mostraba a Perrier y éste se encargaba de ir a conversar con los padres, decirles que iba a venir, que le iba a hacer estudiar, etc., por supuesto que no iban a contar lo que iban hacer con ella, y a muchas mujeres se les trajo así”.

El informe final de la Comisión de Verdad y Justicia, entregado en 2008, que recogió los testimonios anónimos de varias de las niñas que fueron víctimas, confirma: “Una práctica utilizada por agentes del Estado cercanos al gobierno de la dictadura era la esclavitud sexual de niñas de entre 7 a 15 años, generalmente del interior del país. Militares de alto rango engañaban a las familias para que entregaran a las niñas o directamente las amenazaban, mantenían recluidas a las niñas y abusaban de ellas. En esta situación las niñas no tenían acceso a educación ni a salud, no realizaban otras tareas más que la de estar en el lugar de presidio reducidas a simples objetos”.

La ficha policial de la detención de Malena Ashwell en el Archivo del Terror / (Museo de la Justicia).

Detenidos, torturados, desaparecidos

Lo que no imaginaba Malena Ashwell es que aquel almuerzo abruptamente interrumpido en la casa del superior de su marido iba a derivar en una siniestra situación que le daría un drástico vuelco a su vida, arrastrando además a otras personas.

Al no obtener respuestas a sus denuncias, ni de parte de la policía ni de las autoridades judiciales, Malena buscó que algún medio de prensa pueda informar sobre la situación, pero sus amigos le advirtieron que los periódicos de la época no se animarían a publicar una información que mostraría al poderoso dictador como un pervertido pedófilo, violador de niñas menores de edad.

—Los únicos que tal vez se animen a publicar este caso son los comunistas, que tiene un periódico denominado Adelante, que circula en la clandestinidad —le explicó una de sus amigas—. Tendrías que ponerte en contacto con el actual secretario general del Partido Comunista Paraguayo, un hombre llamado Miguel Ángel Soler, pero debes tener mucho cuidado, porque si los policías descubren que hablas con él, te van a meter presa.

Malena aceptó el desafío. A través de Gloria Estragó Biever, activista social y miembro del PCP, redactora del periódico Adelante, pudo entrevistarse con el secretario general del partido, Miguel Ángel Soler, quien se había establecido en una vivienda, en la calle 4 de Julio 1.638, en el barrio Herrera de Asunción, donde también funcionaba la redacción secreta de la publicación. Según la mujer, eran también escritores de Adelante, en esa época: Derlis Villagra, Víctor-Jacinto Flecha, Mauricio Schwartzman y el propio Miguel Ángel Soler.

Fue precisamente Gloria quien, en ese proceso, también buscó incorporar a Malena a la organización política del PCP, considerando que ella ya era una “simpatizante”, aunque todavía no llegaba a ser una militante.

“Entre los militares ya se hablaba de esa situación, de que a Stroessner le gustaban las nenas de 10, 12 años, que sean vírgenes, y que les traían para ser violadas. Si el dictador le echaba ojo a alguna niña y pedía que la trajeran junto a él, los padres no podían decir absolutamente nada. Yo trabajé el artículo sobre ese tema que Malena nos contó, que ella había visto en el patio de una casa, sobre un montón de arena, a tres niñitas, niñas muy chicas todavía, totalmente como drogadas, borrachitas, semidesnudas, y que de la boca le corría inclusive semen. A ella le impactó mucho, eso es lo que nos comentó. Íbamos a publicar eso en el periódico Adelante, cuando nos cayeron encima”, relató Gloria Estragó en su testimonio incluido en el cortometraje documental Calle de silencio, dirigido por el cineasta José Elizeche, que se estrenó en noviembre de 2017, versión que luego amplió en diálogos con el autor de este libro.

El reportaje sobre las niñas halladas en la casa de Popol Perrier, que involucraban al dictador Alfredo Stroessner y a otros jerarcas de la dictadura como pedófilos violadores de niñas, estaba listo para entrar en imprenta, cuando una dotación policial, al mando del conocido torturador Camilo Almada Sapriza, irrumpió en la casa de la calle 14 de julio, en el barrio Herrera. Soler fue introducido a empellones a un automóvil y trasladado directamente al Departamento de Investigaciones de la Policía de la Capital. También fueron detenidas en la ocasión Leoncia Pérez y su hija María Eustacia Osorio Pérez, quienes eran las caseras del lugar. Una versión indicaba que Soler estaba reunido con otros miembros del Partido Comunista, Derlis Villagra y Rubén González Acosta, y que este último pudo huir, pero luego se informó que ambos fueron detenidos en la misma época, pero en otros lugares. Ambos también están considerados como desaparecidos.

Al revisar los papeles que lograron incautar, los policías encontraron la versión escrita del reportaje que estaba siendo preparado para su publicación en el periódico, en base a la declaración de Malena Ashwell acerca del caso de las niñas violadas, que había podido comprobar en la casa de Popol Perrier.

Un artículo publicado en el mismo periódico Adelante, del Partido Comunista Paraguayo, solo que cuatro décadas después, en noviembre de 2022, relata:

 “Miguel Ángel Soler fue secuestrado, torturado hasta morir y desaparecido por el terrorismo de Estado stronista. Con él se llevaban los documentos que sustentarían lo que hubiera sido la primera denuncia pública sobre la violación sistemática de niñas perpetrada por Stroessner y su camarilla de pederastas. Esta investigación derivaba de la denuncia hecha por Malena Ashwell, quien tras presenciar un terrible episodio juntó coraje y acudió al único medio en donde encontraría eco, el periódico comunista Adelante.

Durante la noche del 30 de noviembre de 1975, Miguel Ángel Soler fue secuestrado de su casa, trasladado al despacho del jefe de Identificaciones —el genocida Pastor Coronel— torturado hasta morir y desaparecido. En ese mismo momento, Soler preparaba junto con otros camaradas del equipo editorial de Adelante, la publicación de una investigación con pruebas y testimonios, sobre la violación sistemática de niñas perpetrada por Stroessner, Popol Perrier y otros altos mandatarios del régimen. Bajo la tutela del Estado terrorista, funcionaban como harenes varias casas en donde se mantenía secuestradas a decenas de niñas de entre 8 y 12 años, para ser sometidas como esclavas sexuales del primer anillo stronista y especialmente del tirano.

Entre los documentos incautados se encontraba la declaración de Malena Ashwell, quien había hecho la denuncia tras presenciar un siniestro episodio en el barrio Sajonia de Asunción, mientras se hallaba en compañía de su marido, un oficial de la Armada paraguaya, almorzando en casa de un superior, cuando fueron llamados por un vecino a acudir ‘hasta la casa de al lado’, que era la residencia del teniente coronel retirado Leopoldo Popol Perrier, y que había sido convertida en uno de los harenes de niñas”.

Para los editores de Adelante tuvieron que pasar 47 años para poder contar la historia completa acerca de aquel artículo de 1975, que nunca se pudo llegar a publicar, debido a la feroz represión dictatorial en la que fueron detenidos los directivos y varios miembros del periódico y del Partido Comunista Paraguayo.

Gloria Estragó Biever, redactora de Adelante, fue detenida el 10 de diciembre de 1975, cuando acudía a la sede de la Universidad Católica, en el centro histórico de Asunción, en donde trabajaba para el Proyecto Marandú, un programa de asistencia a pueblos indígenas que mantenía la UC y que el Gobierno dictatorial consideró que era solo una fachada de una célula subversiva. Como ocurría en estos casos, el régimen dictatorial aprovechaba las primeras detenciones de opositores para hacer una redada mayor, vinculando a varias organizaciones, como si fueran todas parte de una misma red. En la redada contra el proyecto Marandú fueron detenidos también el antropólogo Miguel Gato Chase-Sardi, la antropóloga Marilyn Rehnfeldt, los escritores Mauricio Schwartzman y Victorio Suárez, entre otros.

En dependencias de Investigaciones, Soler “fue atado con sogas de pies y manos y amordazado para no gritar, y para disimular los ruidos, los torturadores hacían pasar por un tocadiscos guaranias de José Asunción Flores a todo volumen. Fue asimismo golpeado con cachiporras, látigos y barra de hierro por aproximadamente cuatro horas, según testimonios de otros detenidos políticos que se encontraban en ese lugar, tales como Prudencio Vidal Bogarín, Olegario Rodríguez, Mauricio Schwartzmann, Federico Robledo, Idalina Gaona y Epifanio Ozorio”, relata la denuncia que los abogados del Comité de Iglesia, Francisco José de Vargas y Pedro Darío Portillo, presentaron años después, con respecto al caso, en representación de la viuda, Mercedes Fernández de Soler.

Una semana después del secuestro de Soler, en la madrugada del 9 de enero de 1976, tres hombres entraron por la fuerza en la casa de Malena Ashwell, la detuvieron y la llevaron hasta el Departamento de Investigaciones de la Policía de la Capital.

“El notorio jefe de la policía secreta, Pastor Coronel, la acusó de estar involucrada en una conspiración para asesinar a Stroessner. Cuando ella negó, Coronel comenzó a golpearla en tanto otro hombre la sujetaba. Luego la tiraron, semi desvanecida, en una pieza donde la torturaron continuadamente durante tres días”, dice el artículo de Jack Anderson y Les Whiten, publicado en 1977 en el Washington Post, en base al testimonio de la propia Malena, bajo el seudónimo de Ada Rodríguez.

Al respecto, narra Aníbal Miranda en su libro sobre Stroessner:

“El coronel Perrier que cita el artículo no era otro que Leopoldo ‘Popol’ Perrier, proveedor de niñas para Stroessner y su séquito. Ada Rodríguez era el alias utilizado como protección de Malena Ashwell, la señora que descubrió y anduvo tratando de cerrar aquel negocio bastardo, a costa de su seguridad. Ella era hija de Washington Ashwell, a la sazón oficial de rango en el Banco Interamericano de Desarrollo. Cuando él se enteró, viajó de urgencia (al Paraguay) para entrevistarse personalmente con Stroessner, quien lo recibió. Ashwell pidió por favor que liberaran a su hija y prometió sacarla del país para su recuperación. Malena había intentado suicidio en Investigaciones, cortándose las venas de la muñeca. Gloria Estragó compañera suya de cautiverio, pero por otra causa, el del Proyecto Marandú, de la Universidad Católica, la socorrió pidiendo auxilio. Malena fue derivada al Policlínico Policial ‘Rigoberto Caballero’, donde la sometieron a curación y de ese lugar la trasladaron al aeropuerto Presidente Stroessner, donde tomó un vuelo con destino a Estados Unidos. Tuvo la suerte de recuperar a sus dos hijas pequeñas y con ellas vivió como exiliada forzosa, sin poder retornar al Paraguay, mientras Stroessner estuvo sentado en el sillón presidencial”.

El autor de este libro intentó obtener un testimonio directo de Malena Ashwell, pero personas de su entorno aconsejaron no entrevistarla, porque ella había quedado muy afectada por todo lo que sufrió en el Departamento de Investigaciones.

“A ella la torturaron y le jugaron mucho, quedó con muchas secuelas de aquel terrible episodio” nos dijo el doctor Rogelio Goiburú, a cargo de la Dirección de Reparación y Memoria Histórica, del Ministerio de Justicia.

Para explicar su detención, los esbirros de la dictadura acusaron a Malena de ser comunista, drogadicta y agente de Moscú.

En un informe dirigido al entonces ministro del Interior del régimen, Sabino Augusto Montanaro, por parte de la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, uno de los principales centros de tortura, documento obrante en el Archivo del Terror del Museo de la Justicia, se menciona que Ada Rafaela Ashwell fue detenida el 12 de enero de 1976, “por estar vinculada con el camarada Diego (refiriéndose a Miguel Ángel Soler, secretario general del PCP) y la camarada Elisa (refiriéndose a Gloria Estragó)”.

En el informe policial, a Malena se le atribuye haber sido también redactora del periódico Adelante y que había sido propuesta por los altos dirigentes del partido para viajar a Moscú, para ser adiestrada como comunista.

“Es drogadicta y en ocasión de estar detenida e imposibilitada de ingerir drogas, se cortó todo el cuerpo y fue internada en el Hospital de Policía”, sostiene el informe hallado en los archivos policiales del stronismo, buscando justificar el presunto intento de suicidio.

Agrega que “el 9 de febrero de 1976 fue puesta en libertad y entregada a su padre, a los efectos de viajar a los EEUU de Norteamérica y para tal efecto se le concedió el Pasaporte Policial N° 1026”.

En una entrevista con Fernando Robles, publicada en su libro Mujeres Combatientes, Gloria Estragó Biever aclara que Malena Ashwell no era militante del Partido Comunista, como asegura el informe de la policía dictatorial, sino más bien “simpatizante” y que fue ella, la propia Gloria, quien la acercó a Miguel Ángel Soler para publicar su denuncia. Estando ya Gloria detenida, la vio llegar a Malena también presa a Investigaciones.

“Fue muy duro para ella, porque era la esposa de un militar y eso era muy delicado desde la óptica del régimen stronista. La torturaron como a cualquier otra caída en desgracia”, dijo.

Con respecto a Malena, Gloria relató:

“Juntas con otras compañeras fuimos trasladadas a la Comisaría 12 de Trinidad. Su padre hizo la gestión y salió en libertad para enseguida trasladarse a Estados Unidos, exiliada, llevándose a sus dos hijas, quedando el varón con el padre. Su familia se desintegró, prácticamente. Ella estaba divorciándose en el momento de su caída. El marido, entonces, hizo una campaña de envenenamiento mental, llenando la cabeza del chico con valores fascistas, como eran los militares de entonces”.

En muy pocas oportunidades, Malena Ashwell aceptó compartir las historias de su prisión.

Lo hizo en un escrito que fue publicado por el luchador social Federico Tatter, en su blog Relatos Breves de la Era Negra del Paraguay.

Dice así la historia contada por Malena:

“Querido Federico: Te envío una historia que me conmovió.

Dadas las condiciones en la cárcel, es que se produjo la primera y única visita de mi padre (el doctor Washington Ashwell), quien había venido de Washington, D.C., cuando se enteró que yo estaba en la cárcel stronista. Y ocurrió lo siguiente. El policía que me acompañó me informó con tono amenazador, alertándome que no hablara ni una palabra de lo que me había ocurrido ni a mí, ni a otros.

Me llevó junto a mi padre y me sentó frente a él. Yo le dije a papá, en inglés, que se necesitaba un médico, que algunas compañeras estaban muy mal, que había una que orinaba sangre. Que tratara de denunciar en el exterior las condiciones de las prisioneras políticas. También, agregué al final que teníamos hambre.

Dicho sea de paso, nuestra celda se encontraba al lado de las prisioneras comunes. Y todas escuchábamos a niños llorando.

Al día siguiente, llegaron a la celda kilos de las comidas más deliciosas que papá pudo encontrar en el Bolsi.

Cuando abrimos los paquetes, quedamos salivando. Pero, cuando ya estábamos por comer, una compañera (creo que fue Gloria Estragó), ordenó que esperemos. Y dijo lo siguiente. Que lo correcto sería enviar toda la comida a las prisioneras comunes. Y solicitó que pusiéramos su proposición a una votación.

Todas, toditas, votamos por enviarles a las presas comunes la comida. Finalmente, a pesar del hambre, nunca pasamos un día tan feliz y satisfechas. Es lo que recuerdo en este momento, acerca de ese momento.

Olvidé añadir que las prisioneras comunes corrían de nosotras. Por ejemplo, un día que chocamos en el baño, como si tuviéramos la plaga. Pues creían que ‘los comunistas se comían a los niños vivos’. De las otras cosas, me cuesta mucho revivir y recordar”.

La columna publicada en 1977 en el diario Washington Post, la primera vez que se reveló el caso de las niñas violadas por el dictador Stroessner, en Paraguay. / Archivo.

La denuncia en el Washington Post

Fue precisamente en la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos, en donde, dos años después, Malena Ashwell se animó a contar su historia al equipo del periodista Jack Anderson, tras un contacto realizado a través de Larry Birns, director del Consejo para Asuntos Hemisféricos del gobierno norteamericano.

Malena ofreció su testimonio bajo declaración jurada al periodista y abogado Joe Spear, del equipo de Anderson. Luego, el relato fue utilizado por Anderson y su asociado Les Whitten, en la columna que publicaron en el diario The Washington Post, en la página 15 del segundo cuaderno, en fecha 20 de diciembre de 1977, con el título Paraguay sex scandal is ugly (El escándalo sexual en Paraguay es feo).

Por considerarlo de gran valor documental, reproducimos a continuación la versión completa, traducida al español, de aquel histórico artículo:

El escándalo sexual en Paraguay es feo

Por Jack Anderson y Les Whitten

Por más de un año hemos estado siguiendo la pista de una sórdida historia de depravación sexual entre altos cargos del gobierno paraguayo.

Tuvimos noticias de que muchachitas entre 8 y 14 años eran usadas para gratificación sexual de las máximas autoridades civiles y militares en Asunción. Nuestro informante nos señaló que esa práctica era al menos permitida por el general Alfredo Stroessner, dictador que ha regido Paraguay por 23 años. Esto nos pareció propaganda anti-stronista fantástica: Pero una de nuestras fuentes viajó a Paraguay y trajo información sustancial, aunque de segunda mano, acerca de los abusos sexuales.

Últimamente hemos obtenido la declaración jurada de una testigo, cuya credibilidad no puede ser disputada. La fea historia es, desafortunadamente, verdadera.

En el pasado, Alfredo Stroessner se distinguió por tiranizar a su pueblo y dar refugio a los criminales de guerra de Adolfo Hitler. El dictador ha estado también conectado a este horrible escándalo sexual. Nuestras fuentes alegan que él visita con frecuencia una casa en el barrio Sajonia donde las criaturas son violadas. Sin embargo, lo triste es que por muchos años Estados Unidos ha sido el más fuerte apoyo de Stroessner. El pasado setiembre él estuvo en la cena ofrecida por el presidente Carter en la Casa Blanca. Ha estado recibiendo unos US$ 6 millones promedio en ayuda norteamericana durante los últimos 4 años. El flujo de asistencia militar al Paraguay se cortó recién este año.

Los detalles de la depravación sexual fueron referidos por Ada Rodríguez, quien proviene de una familia paraguaya acaudalada e influyente. Su padre es un importante funcionario de un organismo internacional en Washington. En el Departamento de Estado nos confirmaron que Ada Rodríguez es una persona de credibilidad y consecuente.

Larry Birns, director del Consejo para Asuntos Hemisféricos, nos la presentó.

La señora Rodríguez supo por primera vez acerca del escándalo sexual en noviembre de 1975. Ella y su marido, oficial de la Armada, estaban almorzando en casa del superior de él cuando fueron llamados por un vecino ‘hasta la casa de al lado’, según ella declaró a nuestro asociado Joe Spear en un testimonio hecho bajo juramento.

“Con horror, vi los cuerpos inertes de tres niñas, dos de ellas de unos 8 años, la otra de 9, tendidas desnudas sobre un montón de arena en la parte trasera de la casa”, expresó con voz quebrada. “Estaban sangrando de las áreas genitales y tenían marcas en sus cuerpos que evidenciaban abuso sexual'».

Rodríguez llamó a la policía. Un viejo cuidador les dijo que estaba trabajando bajo protección de un jefe militar que identificó como el coronel Perrier.

“Al escuchar esto, el policía se retiró inmediatamente sin tomar medida”, continuó Rodríguez. “Más tarde, los vecinos nos dijeron que en cierta ocasión el viejo tenía bajo su cuidado a catorce niñas entre 8 y 9 años. Rodríguez, madre de tres criaturas, comenzó a investigar movida por la ira”.

Supo que el coronel Perrier mantenía la casa en el residencial barrio Sajonia donde campesinas jovencitas compradas a sus empobrecidos padres son proveídas a los jefes paraguayos.

“El general Stroessner frecuenta la casa”, juró Rodríguez. Durante un mes, ella imploró a sus influyentes amigos para que denunciaran “esa pesadilla”. Le advirtieron repetidamente “quedar callada y no meterse”.

Desesperada, se entrevistó con Miguel Soler, quien publica un periódico comunista de nombre Adelante. A él le fue imposible cumplir su promesa de publicar la historia. En diciembre de 1975, Soler fue arrestado y entre sus documentos se encontró la declaración de Rodríguez. Poco después de la medianoche del 9 de enero, 1976, tres hombres entraron por la fuerza a su casa (de Malena) y la llevaron hasta la oficina de la policía secreta. El notorio jefe de la policía secreta, Pastor Coronel, la acusó de estar involucrada en una conspiración para asesinar a Stroessner. Cuando ella negó, Coronel comenzó a golpearla en tanto otro hombre la sujetaba. Luego la tiraron, semi desvanecida, en una pieza donde la torturaron continuamente durante tres días. Fueron necesarias las conexiones políticas de su influyente familia para que la liberaran el 13 de febrero, 1976. Desde entonces ella ha estado viviendo en Estados Unidos, recobrándose de a poco de aquel infierno.

Nota: Nuestras repetidas llamadas a la Embajada Paraguaya para comentarios no han sido respondidas. El padre de la señora Rodríguez, quien pidió permanecer anónimo, tampoco quiso hablar con nosotros.

La publicación del Washington Post fue reproducida en varios otros periódicos del mundo, que contrataban los escritos de Jack Anderson.

La historia de Malena también fue recogida en el libro Female sexual slavery (Esclavitud sexual de la mujer), de la feminista y socióloga estadounidense Kathleen Barry, editado en 1979.

Miguel Ángel Soler (izquierda) con su hermana Carmen y su cuñado Luis Casabianca, históricos dirigentes y militantes del Partido Comunista Paraguayo. / Gentileza.

La desaparición de Miguel Ángel Soler

Aunque probablemente no fue el único factor que incidió en la captura y desaparición del dirigente del Partido Comunista Paraguayo, Miguel Ángel Soler Canale, a quien la dictadura stronista ya tenía en la mira desde hace tiempo, los datos obtenidos a más de cuatro décadas permiten suponer que la inminente publicación de la historia sobre las violaciones a niñas en el periódico Adelante, tras el contacto con Malena Ashwell, fue el detonante principal para que decidieran su captura, someterlo a feroces torturas y posteriormente asesinarlo, ocultando su cuerpo.

El aparato represivo de la dictadura no estaba dispuesto a permitir que el todopoderoso general gobernante del Paraguay sea denunciado como un pedófilo o pederasta.

Nacido en Asunción, en 1923, hijo de un ex ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, Miguel Ángel Soler (tenía el mismo nombre que su padre), se recibió de abogado con medalla de oro, incursionó en literatura y periodismo, escribió un diccionario etimológico de la lengua guaraní.

Su hermana, Carmen Soler, es una de las más recordadas poetas de la literatura social paraguaya, esposa del reconocido dirigente del Partido Comunista Paraguayo, Luis Casabianca. Ella también fue una activa militante del PCP. Estuvo varias veces presa y fue desterrada por luchar contra la dictadura de Alfredo Stroessner. Falleció en el exilio, en la Argentina, en noviembre de 1985.

Uno de los poemas más conocidos y apreciados de Carmen Soler, Penas encimadas, dice:

Voy a decirlo de entrada

para el que quiera entender:

Son penas muy encimadas

el ser pobre y ser mujer.

Trabaja toda la vida

apenas para comer.

Tiene las penas del pobre

y más las de ser mujer.

La rica tiene derechos,

la pobre tiene deber,

Ya es mucho sufrir por pobre

y encima por ser mujer.

Está tan desamparada

y es madre y padre a la vez.

Derechos, ni el de la queja,

por ser pobre y ser mujer.

Se hacen muchos discursos

sobre su heroísmo de ayer.

En el papel la respetan.

Pero sólo en el papel.

Y lo repito de nuevo

para el que quiera entender:

Son penas muy encimadas

el ser pobre y ser mujer.

Con 52 años de edad, Miguel Ángel era el secretario general del proscripto PCP. Militaba desde la clandestinidad, luego de haber ingresado de nuevo al Paraguay desde la Argentina, en 1972, cumpliendo instrucciones del Tercer Congreso de su organización política, buscando reorganizar al entonces destartalado partido, dentro del país. Su esposa, Mercedes Fernández de Soler, se había quedado en Buenos Aires con sus tres hijos. Ella lo acompañó hasta la frontera y lo despidió al verlo ingresar a su país, pensando que quizás esa era la última vez que lo vería, según contó a Olga Caballero Aquino en una entrevista para el libro Por orden superior, editado en 1989. Realmente, así fue.

“Como el partido estaba totalmente descabezado y desorganizado, Miguel Ángel decide reinsertarse en nuestro país. Tomada esta decisión, comprendí que la situación familiar pasaba a un segundo plano. Yo no podía acompañarle, porque tenía hijos. La opción era clara, yo quedaba con mis hijos, a quienes, por supuesto, no se les dijo la verdad, se les disimuló. Yo vine a acompañarlo hasta la frontera, hasta que cruzó la frontera, yo lo vi entrar a nuestro país. Esa fue la última vez que lo vi”, relató Mercede de Soler.

Evidentemente, Miguel Ángel ya venía siendo vigilado y seguido de cerca por los espías de la dictadura. Su hijo, Jorge Miguel Soler, sostiene que un agente infiltrado en las filas del partido pasaba informes sobre sus movimientos.

Tras ser secuestrado de su domicilio en el barrio Herrera, fue llevado al Departamento de Investigaciones, donde fue sometido a terribles torturas que le causaron la muerte. Otros detenidos, como Mauricio Schvartzman, Olegario Rodríguez y Prudencio Bogarín, declararon que lo habían visto aún con vida en las mazmorras de Investigaciones, aunque la dictadura negó reiteradas veces haberlo detenido. Un detallado informe de la organización Amnistía Internacional, dado a conocer en 1976, sostenía categóricamente que Soler fue detenido en Paraguay, torturado y luego desaparecido.

En el proceso judicial abierto por la desaparición de Soler, tras la caída de la dictadura, en 2007 fueron condenados los policías y conocidos torturadores Camilo Almada Morel, Lucilo Benítez y Juan Aniceto Martínez.

Miguel Ángel Soler fue incluido en la larga lista de los desaparecidos por la dictadura, hasta que un análisis genético realizado por miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense, en restos humanos hallados y desenterrados por un equipo forense dirigido por el médico Rogelio Agustín Goiburú en diciembre de 2009, en el predio de la Agrupación Especializada de la Policía, ex Guardia de Seguridad, en el barrio Tacumbú de Asunción, permitió establecer que uno de los esqueletos recuperados pertenecía a Soler.

El 10 de agosto de 2016, en el marco del día Internacional del Desaparecido, el fiscal adjunto y el agente fiscal de la Unidad Especializada en Hechos Punibles contra los Derechos Humanos, del Ministerio Público, Ricardo Merlo y Santiago González Bibolini, dieron a conocer oficialmente los primeros resultados de los trabajos de identificación de personas detenidas y desaparecidas durante la dictadura de Alfredo Stroessner, producto de un trabajo en conjunto entre la Fiscalía, la Dirección de Memoria Histórica y Reparación, de la Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de Hacienda, y el Equipo Nacional para la Investigación, Búsqueda e Identificación de Personas Detenidas y Desaparecidas entre 1954 y 1989 (ENABI), a cargo del Dr. Rogelio Goiburú.

En el acto se informó que “mediante los estudios genéticos y antropológicos forenses realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, se ha logrado la identificación de Miguel Ángel Soler Canale, paraguayo detenido y desaparecido el 30 de noviembre de 1975, en Asunción. Fue hallado el 23 de diciembre de 2009 en una fosa en la Agrupación Especializada de la Policía Nacional y exhumado en enero de 2010”.

En el mismo proceso, fue identificada Rafaela Giuliana Filipazzi Rossini, nacida en Italia y naturalizada en Argentina. Detenida y desaparecida en Montevideo, Uruguay en junio de 1977, y de allí traída a Asunción. Fue hallada el 19 de marzo de 2013, también en una fosa en la Agrupación Especializada de la Policía Nacional. Fue exhumada el 21 de marzo de 2013.

Posteriormente, también serían reconocidos los restos de José Agustín Potenza, argentino, nacido el 23 de abril de 1928; quien fue detenido y desaparecido en junio de 1977, en Montevideo, Uruguay. Sus restos óseos fueron hallados el 19 de marzo de 2013 en una fosa común en la Agrupación Especializada de la Policía Nacional y exhumado el 21 de marzo del mismo año.

El cuarto identificado fue Cástulo Vera Báez, nacido en Villa Elisa, el 22 de marzo de 1944, agricultor y futbolista. Fue detenido en enero del año 1977, en la Terminal de Ómnibus de la ciudad de Puerto Iguazú, Argentina.

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