Jóvenes enxet aprenden a usar drones para la protección ambiental de su territorio

Buscando combatir la intrusión de cazadores furtivos, abigeos, taladores de árboles, incendios forestales fortuitos o provocados, un equipo de chicas y muchachos de las aldeas indígenas Enxet Sur de El Estribo, en el Chaco central, se están capacitando en el monitoreo de su territorio, con drones y mapas satelitales. La apropiación de nuevas tecnologías por parte de una cultura ancestral permite aportar soluciones más efectivas que los patrullajes tradicionales.

En el interior de una humilde y rústica cabaña, en la comunidad Enxet Sur de El Estribo, en el distrito de Teniente Irala Fernández, Presidente Hayes, a 390 kilómetros de Asunción, una joven indígena supervisa las imágenes captadas por la cámara de un dron. Mientras, maneja el dispositivo por control remoto, dirigiendo un sobrevuelo sobre los campos y bosques de su pueblo, atenta a detectar cualquier invasión extraña.

Ella todavía está aprendiendo a lidiar con el dispositivo tecnológico, que resulta nuevo y futurista para la precariedad de su vida cotidiana. Sin embargo, sigue atentamente las indicaciones de su instructor, con mucha habilidad.

—Los jóvenes de las comunidades aprenden muy rápido a manejar los drones —apunta Tina Alvarenga, secretaria ejecutiva de la articulación de Mujeres Indígenas del Paraguay (MIPY), una de las principales impulsoras del proyecto—. Ellos y ellas saben que es una herramienta muy importante para la protección ambiental de su territorio.

Sí, ellos y ellas lo saben.

En esta región del Chaco, las amenazas son constantes.

Hay cazadores furtivos que ingresan a los campos y a los terrenos protegidos de la comunidad. Buscan siempre capturar y matar a los animales silvestres que aún sobreviven.

Hay delincuentes abigeos, que entran a robar las pocas vacas, cabras, ovejas y chanchos que las familias crían en sus territorios.

Hay traficantes de madera que incursionan ilegalmente para cortar árboles preciosos. Esto, a pesar, de que muchos de estos árboles son considerados sagrados por los pueblos originarios, como el Palo Santo o el Quebracho Blanco.

También suelen ocurrir incendios forestales, fortuitos o provocados, en tiempos de prolongadas sequías. Los mismos son tan voraces que, si no son advertidos a tiempo, acaban devastando gran parte de los recursos o incluso causando lamentables víctimas humanas.

La lideresa Lina López Gómez muestra el árbol de Palo Santo que crece en la aldea que lleva el nombre de este especimen vegetal, considerado sagrado para el pueblo Enxet Sur. Buscan protegerlo de la depredación. / Foto: Desirée Esquivel Almada

Contra la depredación de los bosques y su riqueza

¿Cómo luchar contra estas acciones depredadoras, que despojan a los pobladores de sus escasos bienes y reducen sus posibilidades económicas, afectando a la seguridad alimentaria y alterando el medioambiente?

El tradicional patrullaje que acostumbran realizar los guardianes en motocicletas o a pie, por los senderos y las picadas, a lo largo de las 9.600 hectáreas de la superficie que pertenece a los Enxet Sur de El Estribo, resulta insuficiente y poco efectivo, admite Lina López Gómez, lideresa de la aldea Palo Santo.

Como una mejor alternativa, surgió el proyecto de monitorear el territorio con drones o pequeños vehículos aéreos no tripulados, equipados con cámaras.

La iniciativa se puso en marcha en 2022, con el nombre “Fortalecimiento de capacidades sobre el mecanismo REDD+ y cambio climático en territorios indígenas del Chaco Paraguayo”.

La puesta en marcha de esta propuesta está a cargo de la Articulación de Mujeres Indígenas del Paraguay y la organización Naturaleza para la Vida. Ambas organizaciones, cuentan con el apoyo de la Organización Sotz’il de Guatemala, en el marco del mecanismo de Reducción de las Emisiones de la Deforestación y la Degradación de bosques (REDD+).

Grupo de jóvenes indígenas del Chaco, aprendiendo a monitorear su territorio con mapas satelitales y uso de drones, durante un taller en Asunción. / Foto: Gentileza.

La apropiación de la tecnología

En setiembre de 2022, mujeres y jóvenes indígenas de las comunidades El Estribo, San José y Casuarina, del Chaco paraguayo, se reunieron durante cuatro días en el Hotel Santo Domingo, en Asunción, para recibir adiestramiento en el uso de nuevas tecnologías.

Se iniciaba así el “primer módulo de talleres teórico-prácticos sobre el uso de equipos y sistemas de monitoreo de bosques y territorio”, organizados por MIPY y Naturaleza para la vida.

“Durante estos talleres dictados en alianza con la FAO, las mujeres y jóvenes desarrollaron habilidades en el uso de aplicativos móviles de uso práctico para la demarcación e identificación de territorio. Trasladaron la información obtenida a computadoras, donde perfeccionaron los puntos y se imprimieron los mapas resultantes para su uso en las comunidades. Asimismo, se preparan para el uso de drones para el control y monitoreo en campo”, destaca un informe de Naturaleza para la Vida.

El uso de drones ayuda a las comunidades indígenas a vigilar y proteger mejor su territorio. Los jóvenes aprenden rápidamente a manejar los equipos. / Foto: Gentileza.

Es una modalidad, que ya está en marcha en otras comunidades indígenas, pero que en El Estribo se encuentra en fase inicial, destaca Tina Alvarenga.

—Nosotras, desde la Articulación de Mujeres Indígenas del Paraguay, seguimos implementando, principalmente con las mujeres de la comunidad El Estribo, un proyecto de capacitación sobre los efectos del cambio climático —explica la dirigente—. Generamos un espacio para conversar acerca de cómo está impactando el cambio climático en las mujeres, produciendo programas de soluciones, como en una red. En ese sentido, realizamos una capacitación muy puntual sobre el monitoreo ambiental y territorial.

¿Esa capacitación incluye el uso de drones?

—Así es. Ya se capacitaron unos seis chicos y chicas de la comunidad en el manejo de los drones, como también en entender que hay sistemas de monitoreo gratuito que ellos pueden usar, al bajar las aplicaciones en sus teléfonos celulares, así pueden ver a través de imágenes satelitales lo que sucede en su territorio.

—¿Cómo resulta la apropiación de esta tecnología para quienes hasta ahora no la conocían?

—Es sorprendente la rapidez y habilidad con que aprenden. Recuerdo que uno de los chicos decía en el taller: “Ahora vamos a ver quién está entrando sin permiso a nuestro territorio, quién se está llevando nuestros recursos, quién está echando nuestros bosques”. Otro nos decía: “Ahora vamos a ver quién es el que come nuestras vacas”. En El Estribo estamos buscando sumar más presencia femenina en el manejo de drones, como ya sucede en otras comunidades del Chaco.

—¿En qué fase se encuentra el proyecto?

—Todavía estamos en la fase de capacitación, formando el equipo de chicos y chicas que manejarán los drones. Como en el estribo hay 11 aldeas, aún falta definir en cual de ellas se instalará la base de operaciones de los equipos. Estamos iniciando una segunda etapa para definir esa parte con los líderes. Desde la articulación MIPY deberemos fijar algunas pautas para la administración de los equipos, para poder cuidarlos, ya que tienen un alto costo. Una idea es entregar a las comunidades los drones en comodato, como un préstamo responsable, hasta tanto puedan manejarlos con habilidad y responsabilidad y exista una mínima garantía de buen uso y cuidado de los equipos.

Pelagia, pobladora de la aldea Santa Fe, pescando en un riacho. Ella considera que es fundamental proteger el territorio para asegurar la subsistencia. / Foto: Desirée Esquivel Almada.

Asegurar las fuentes de subsistencia

Muy temprano a la mañana, sentada sobre un balde de aluminio dado vuelta a modo de improvisada silla, a orillas de un turbio riacho, en la entrada de la aldea Santa Fe, usando una rústica vara como caña de pescar y una lombriz como carnada, Pelagia espera, con ancestral paciencia, ganarse el almuerzo del día para ella y para sus hijos más pequeños. Ella es una mujer mayor del pueblo Enxet Sur, casada, madre de cuatro hijos.

Apenas llegamos junto a ella para saludarla, el hilo de su caña de pescar se tensa y se sacude con fuertes tirones. Ella lo levanta con habilidad, atrapando un pez pequeño y oscuro.

—Es un tare’ýi. Es el primero que estoy pescando esta mañana. Ustedes me traen suerte —dice Pelagia.

Al poco rato, otro tirón y ella saca un segundo tare’ýi. Tras darles un golpe para dejarlos inertes, los va acumulando en una cacerola.

—¿Qué vas a preparar con estos pescados para el almuerzo?

—Voy a hacer un rico caldo. A mis hijos les encanta.

—¿Venís a pescar todos los días?

—No, algunos días nomás. Otros días preparo comida con algunas verduras de mi huerta o consigo carne de vaca, de cabra, gallinas. Por aquí hay pocas provistas y no recibimos mucha asistencia. Estamos muy olvidados. Tenemos que salir a pescar o a cazar para poder comer.

—¿Sabés que hay jóvenes que se están capacitando para cuidar mejor el territorio de ustedes, con unos aparatitos voladores?

—Si, es necesario. Nosotros dependemos mucho de la naturaleza, de las plantas y los animales, para poder subsistir. Ahora que tenemos tierra propia, con campos y bosques, necesitamos cuidar que no entren a robarnos.

Serafina Ramírez, directiva de la organización Mismo Mujeres en la comunidad El Estribo, valora el uso de la tecnología para proteger el territorio. / Foto: Desirée Esquivel Almada.

Mujeres, las mejores guardianas

—Las mujeres somos las mejores guardianas de nuestra tierra, porque cuidamos los valores de nuestro pueblo. Por eso nos estamos organizando cada vez más, aquí, en la comunidad de El Estribo —dice Serafina Ramírez, otra de las mujeres lideresas. Ella es coordinadora de la organización llamada Mismo Mujeres y es una de las pobladoras de la aldea Palo Santo.

—¿Qué es lo que más tienen en cuenta, como organización de mujeres?

—Nosotras nos capacitamos para conocer nuestros derechos como mujeres y como indígenas, para defender nuestra propia cultura. Rescatamos el estilo de vida que aprendimos de nuestros ancestros, que eran dueños de la tierra, de los bosques, pero también le damos valor a los nuevos conocimientos, al uso de la tecnología. Yo he viajado mucho, asistiendo a encuentros con otras mujeres, con gente de otras organizaciones y mucho de lo que aprendemos estamos aplicando en nuevos proyectos para tratar de tener mejores condiciones de vida. Apoyamos que las mujeres también sean líderes, que decidan lo mejor para nuestra comunidad.

Serafina está preocupada por mejorar la educación de los niños, niñas y jóvenes de su comunidad. En Palo Santo hay una escuela de educación primaria, en donde se imparte clases en lengua Enxet Sur, al igual que en español y guaraní, con maestros indígenas y también maestros “blancos” o “latinos”. Sin embargo, después, los jóvenes deben salir para concluir sus estudios secundarios y universitarios en localidades vecinas o en la misma capital, Asunción. La mayoría no tiene la oportunidad de poder costear los estudios.

Muchos de nuestros niños y niñas tienen miedo o timidez para hablar en castellano o guaraní —relata—. Son retraídos. Hay muchos jóvenes que no tienen trabajo, no encuentran sentido a la vida y ya tuvimos varios casos de suicidio. Es una situación que nos preocupa y estamos trabajando para tratar de cambiar eso, pero necesitamos que el Estado no les tenga tan abandonados y olvidados a los pueblos indígenas. Aquí, cuando llueve y se inunda todo, nos quedamos aislados por meses, sin poder salir, porque no tenemos caminos y durante las sequías sufrimos por falta de agua potable. Todo eso es lo que buscamos superar desde nuestra organización de mujeres.

Estela Mareco es licenciada en enfermería. Ella fue a estudiar en Asunción y regresó a prestar servicio en su comunidad chaqueña. / Foto: Desirée Esquivel Almada.

Oportunidades para estudiar y superarse

No le fue nada fácil, admite.

Estela Mareco es una mujer Enxet Sur, pobladora de la aldea Paratodo’i, quien pudo viajar a Asunción para cursar sus estudios universitarios hasta recibirse de licenciada en enfermería y luego regresar para prestar servicio a su gente en la Unidad de Salud Familiar (USF) de El Estribo.

—Fue un choque cultural salir de mi comunidad chaqueña y enfrentarme al mundo de la gran ciudad —refiere—. Sufrí situaciones de discriminación por mi condición de mujer indígena, pero pude superarlas y dedicarme a mis estudios. Mi compromiso era capacitarme y regresar a aplicar mis conocimientos para tratar de mejorar la vida de nuestra gente.

Son muy pocos los jóvenes indígenas que tienen oportunidad de salir a estudiar, lo cual la convierte a ella en una persona privilegiada, que le motivó a cumplir la promesa de retornar a El Estribo a ayudar en la atención sanitaria.

—Nuestro puesto de salud es muy básico, pero cumple una función muy importante para nuestro pueblo —explica Estela—. Hacemos mucha tarea de salud preventiva y atendemos principalmente con primeros auxilios, ayudamos y estabilizamos al paciente, si es un caso grave pedimos una ambulancia al Hospital de Irala Fernández y le derivamos allí, o a otro hospital más grande. Tenemos en contra la distancia y el mal estado de los caminos.

—Vemos que la gente sigue recurriendo mucho a la medicina natural, ¿cómo asimilas la tradición de tu pueblo con lo que aprendiste en la universidad?

—Tratamos de combinar los dos conocimientos. Respetamos que mucha gente sigue utilizando los remedios yuyos y recurren a un chamán, pero también explicamos que muchas veces el cuerpo necesita de un medicamento más especializado de la farmacia o de un tratamiento médico. La gente entiende muy bien y además tenemos el apoyo de los líderes religiosos para poder trabajar.

Hombres y mujeres de las comunidades, en otro de los talleres para aprender a monitorear el territorio. /
Foto: Naturaleza para la Vida.

El proyecto de uso de drones para monitorear el territorio es combinado con otro emprendimiento llevado adelante por Naturaleza para la Vida y MIPY, con apoyo de la Fundación Avina. Se denomina: “Aumento de las capacidades de incidencia de mujeres indígenas para la Acción Climática en el Chaco Paraguayo”.

Además de fortalecer las capacidades de las integrantes de MIPY, se trabaja con otras mujeres de comunidades indígenas del distrito de Irala Fernández: Palo Santo, San Carlos y Santa Fe del Pueblo Enxet Sur.

Este proyecto cuenta con tres componentes:

  • Capacitaciones sobre aspectos técnicos y políticos sobre cambio climático.
  • Formalización y participación ante diversos espacios de toma de decisión, para mejorar la capacidad de incidencia de las mujeres indígenas en temas relacionados al cambio climático y sus territorios.
  • Apoyo en los procesos de formalización de la organización (estatutos, personería jurídica, mejora de las capacidades administrativas).

Mujeres contra la crisis climática

Recientemente, del 3 al 7 de julio de 2023, en el Hotel Escuela Cerrito, en Presidente Hayes, se llevó a cabo el Encuentro Trinacional del Colectivo de Mujeres del Gran Chaco. En esta oportunidad, participaron un total de 160 mujeres de cuatro países: Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. En representación de nuestro país, estuvieron presentes las mujeres de la comunidad El Estribo y de MIPY.

El pronunciamiento del encuentro expresa con mucha firmeza y claridad:

“Tenemos en frente desafíos urgentes. La necesidad de tomar conciencia de que estamos frente a una crisis global, más que una crisis de la naturaleza y climática, estamos frente a una crisis sistémica que nos presenta desafíos éticos a nivel global. Con la urgencia de pensar otras formas de sentir y vivenciar el vínculo con el territorio para sanarlo y restaurarlo.

Decimos que el cambio climático se siente en nuestras comunidades, se siente en el cambio de las épocas de plantación, floración y cosecha; en las sequías cada vez más prolongadas, en las temperaturas extremas. Lo sentimos en los ríos que se secan, en la degradación de la flora y la fauna. Esto repercute en nuestra alimentación, en la salud y el cuidado de nuestros cuerpos.

Decimos que nosotras, las mujeres, somos las más afectadas por el cambio climático y lo sentimos con una recarga de las tareas de cuidado. No sólo cuidamos de nosotras, también somos cuidadoras de las semillas, las aguas, los bosques.

Decimos que el cambio climático pone en riesgo nuestras formas de vida y comunidades, profundizando las condiciones de pobreza y desigualdad históricas. Trayendo desarraigo, migración, pérdida de identidad y con ello el aumento de la violencia de género. La violencia hacia nuestros territorios provoca degradación de las formas tradicionales de organización familiar y comunitaria, sobrecarga en las mujeres e impacto en la salud mental de las poblaciones.

Decimos que sin territorio no hay comunidad posible.”

Las mujeres Enxet Sur de la comunidad El Estribo comparten plenamente estos desafíos y estos compromisos, asegura la lideresa Lina López Gómez, quien participó activamente del encuentro.

Por eso, siguen trabajando en implementar el sistema de monitoreo del territorio con la tecnología digital y se sienten seguras de que van a lograrlo.

Poco a poco, el molesto ruido de las motosierras cortando impunemente los árboles de los bosques indígenas o de los disparos de las armas de fuego de los cazadores furtivos a la distancia, empezará a ser sustituido por el suave ronroneo de los drones en vuelos de vigilia sobre el territorio.  

Las mujeres líderes de El Estribo lo reconocen: es un sonido mucho más agradable y casi musical.

Escuchá el podcast: Salvar al Palo Santo, el árbol sagrado de los Enxet, ante la amenaza de su extinción – Podcast Ep 2 en YouTube, como también en Spotify.

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Este reportaje fue realizado gracias al apoyo de la Fundación Avina y Voces para la Acción Climática Justa (VAC).

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