Una taza de humeante café junto a un rico sándwich y un ejemplar de la novela El trueno entre las Hojas, destacan con los colores del atardecer, sobre una coqueta mesita, en el andén de la antigua Estación del Ferrocarril de la ciudad de Iturbe, en donde hace décadas ya no se escucha el pitido de los trenes al llegar entre gritos de euforia popular, pero está habitado por otros sonidos: murmullos de pobladores conversando, relajantes silencios campestres y ecos nostálgicos de un pasado legendario.
La vieja estación se sostiene en buen estado de conservación edilicia. Desde los 90 ha sido convertida en centro cultural, biblioteca, local de eventos, pero en los últimos años se había quedado un poco olvidada, hasta que una nueva comisión ciudadana decidió revitalizarla, inaugurando un nuevo Café Cultural, que funciona los viernes, sábados y domingos.
“Mucha gente nos dijo que un café no iba a tener éxito en Iturbe, porque la gente tiene otros hábitos, pero la realidad está demostrando que esa negación era solo un prejuicio”, cuenta la profesora Elsa Méndez Gómez, una de las principales impulsoras de la nueva dinámica que está adquiriendo el Centro Cultural Comunitario «La Estación de Iturbe«, del cual ella es presidenta.
Hace algunos meses, Elsa y un grupo de personas asumieron la dirección del Centro Cultural y decidieron revitalizar el espacio. Quitaron la alambrada que rodeaba al peculiar “Portón de los Sueños” en el Rincón Roa Bastos, instalaron una mejor iluminación, agregaron murales y pinturas, hermosearon el local y principalmente pusieron en funcionamiento el café con libros, que se convirtió en la gran atracción para pobladores y visitantes.
“Es una opción más que decidimos agregar en nuestra ciudad. Así como hay gente a la que le gusta ir a la playa con sus conservadoras de bebidas o a algún restaurante, supusimos que también les gustaría venir a este histórico lugar para disfrutar de un café con masitas, leer un libro, conversar con amigos o amigas, apreciar la magia del atardecer y de las noches, participar de un evento cultural. Afortunadamente estamos teniendo muy buena respuesta, especialmente de la gente más joven”, destaca Elsa.
Historia dulce y a la vez amarga
Iturbe es una ciudad con mucha historia.
El pasado 31 de agosto cumplió 122 años de fundación, desde que se convirtió en distrito en el año 1901, aunque su existencia como población es muy anterior, cuando era conocida como la antigua compañía Santa Clara.
El pueblo creció en torno a la planta industrial de la Azucarera Nacional S.A., que empezó a instalarse en 1917, propiedad del inmigrante español Ramón Bonvehi.
Uno de sus primeros empleados fue Lucio Roa, un ex seminarista que vino a buscar trabajo desde Asunción y se convirtió en administrador contable.
En 1919 se unió a él su esposa Lucía Bastos, quien llegó en tren con su pequeño hijo Augusto, de dos años de edad y su hija Emilia, recién nacida, acompañados del Karai Gaspar, un antiguo criado de la familia. Se instalaron en una casa de la administración de la fábrica, a orillas del río Tebicuarymi.
A Augusto le tocó vivir “la experiencia de un chico de pequeña burguesía capitalina, que se traslada cuando no tiene todavía uso de razón, a un lugar en el que se estaba instalando un ingenio de azúcar: una región semisalvaje, en donde pasaban carpincheros, en donde había pequeñas compañías de unas cuantas familias, niños con enormes vientres, anquilostomiasis y todas las endemias habidas y por haber…”, según contaría años después al escritor Rubén Bareiro Saguier, en un libro sobre su vida y su obra.
El niño creció en ese territorio agreste y mágico, que resultó decisivo para su futuro como escritor.
Un rústico portón de madera separaba a la humilde vivienda de los Roa del mundo exterior, desconocido, salvaje.
A través de ese portón, Augusto se escapaba en horas de la siesta, mientras su madre dormía, para vivir aventuras prohibidas con los niños campesinos y los carpincheros (cazadores de carpinchos, que se movilizaban por las aguas del río en primitivos cachiveos, donde mantenían fogatas encendidas, que parecían fuegos flotantes).
El niño conoció la dura realidad de los productores campesinos, que se desvivían cultivando la caña de azúcar para recibir un mísero pago por sus cosechas, y eran cruelmente reprimidos cuando intentaban rebelarse.
Roa Bastos describió esa historia en su primer libro de relatos, El trueno entre las hojas, que en 2023 cumple 70 años de su primera publicación, en 1953.
En el libro, retrata al primer dueño del ingenio, Ramón Bonvehi, como el ambicioso y cruel patrón, Simón Bonaví.
Décadas después, cuando el escritor regresó del exilio tras la caída de la dictadura stronista, y visitó de nuevo su amada Iturbe en 1994, solo encontró un desvencijado portón de madera como resto de la antigua casa derruida por el paso del tiempo.
A ese portón lo llamó “El portón de los sueños”, literaria frontera entre la realidad y las ilusiones, cuya historia se cuenta en su novela Contravida y en la película documental “El portón de los sueños”, realizado por el cineasta Hugo Gamarra en 1998. El portón fue recuperado por los pobladores e instalado como reliquia junto a la vieja Estación del Ferrocarril.
La Azucarera Nacional posteriormente se denominó Ingenio Santa Clara S. A., cuando fue adquirida en 1946 por el industrial Egon Friedmann, uno de los accionistas de la Azucarera Friedmann S. A, de Villarrica. En esa época producía entre 400 mi a 500 mil kilos de azúcar por zafras. Pasó a denominarse Azucarera Iturbe, modernizando sus instalaciones para producir hasta 800 toneladas diarias de azúcar, convirtiéndose en la tercera fábrica de azúcar en capacidad de producción.
La crisis de la producción azucarera y el mal manejo de la fábrica por parte de la familia Friedman llevó a la quiebra de la empresa, que dejó de operar en 2014. Unos 600 empleados y más de 5.000 cañicultores quedaron sin su fuente de sustento y toda la ciudad de Iturbe sintió el impacto, convirtiéndose en una “ciudad fantasma”. Los intentos de reactivación fracasaron. Actualmente, con nuevas rutas asfaltadas que le permiten conectarse con otras ciudades de la región, Iturbe busca despegar con productos alternativos, comercio, turismo y el legado cultural de Augusto Roa Bastos.
El orgullo de haber forjado a un gran escritor
Un busto del escritor, ganador del prestigioso Premio Cervantes en 1989, recibe a quienes llegan a Iturbe, en una plazoleta ubicada a la entrada de la ciudad.
Allí, una placa informa: “Augusto Roa Bastos (13-06-1917; 25-04-2006). Nacido en Asunción, pasó su niñez en la Tierra del Azúcar, que lo llamó Manorá, donde nació a la razón, fuente inagotable de toda su literatura, hoy Iturbe. Terruño de la dulce cultura”.
La presencia de Roa Bastos se siente en varios rincones de la ciudad, pero principalmente en la vieja Estación del Ferrocarril, donde hay otro busto suyo y aquel resto del portón sobreviviente de la casa de su niñez, que una administración municipal rescató tras la visita de Augusto en 1994, lo instaló en una especie de plaza museo al aire libre, el Rincón Roa Bastos, restaurándolo cada tanto para que pueda vencer al deterioro del tiempo.
Un cartel se encarga de informar que se trata del original y legendario Portón de los Sueños, que da título a una película y es tema de la novela Contravida.
“El portón es probablemente nuestra principal reliquia de las vivencias de Roa Bastos en esta ciudad. Con los miembros del Centro Cultural Comunitario La Estación de Iturbe lo hemos arreglado un poco, hemos quitado los alambres que lo aprisionaban para que la gente pueda visitarlo con más libertad, le hemos dotado de una mejor iluminación. Todos quieren verlo y tomarse fotos. Es un elemento altamente simbólico que cuidamos y protegemos”, indica la profesora Elsa Méndez Gómez.
Ella es también artista plástica y entre sus varios cuadros de pintura tiene uno muy especial, del escritor frente al antiguo portón de su casa. Es una versión de la misma imagen que está en la portada de algunas ediciones de la novela Contravida y en escenas de la película El Portón de los Sueños. En el Café Cultural se ofrecen remeras que llevan impresas el mismo cuadro. Es una imagen que ya se ha vuelto emblemática para Iturbe.
“En la Estación funciona también la Biblioteca Augusto Roa Bastos, donde tenemos disponibles prácticamente todas sus obras, algunas en varias ediciones. Son las más consultadas por quienes vienen a beber un café, pero también hay obras de varios otros grandes escritores paraguayos y universales”, indica Elsa.
En otra de las salas funciona un museo con elementos de la historia del pueblo y en el mismo lugar se ofrecen sesiones gratuitas de cine con películas para niños y niñas, como también funciones para adultos, con entusiasta respuesta de público.
“Nuestras actividades son diversas. Recientemente convocamos a las personas con más edad para que compartan sus anécdotas, un evento que denominamos ‘Voces de la Estación’ y pudimos conocer historias maravillosas. También realizamos conciertos, espectáculos de danzas, ferias de comidas, lanzamiento de libros, exposición de cuadros y toda actividad que ayude a promover la cultura y la participación ciudadana”, refiere la docente.
El Café Cultural La Estación de Iturbe, abre los viernes, sábados y domingos, desde las 16.00.
¡Vení a conocerlo y a disfrutar!
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