Un libro rescata en España las huellas del Pa’i Oliva en dos orillas

María Ángeles Pastor fue amiga y colaboradora del padre Francisco de Paula Oliva, más conocido en Paraguay como el «Pa’i Oliva». Compartió con él en su etapa pastoral de Huelva, donde se había instalado después de ser expulsado por la dictadura de Stroessner, perseguido por la Junta Militar de Argentina y un breve paso por Nicaragua. Recientemente, ella presentó en España un libro, “Pa’i Oliva: una vida en dos orillas”, que narra la historia del sacerdote, con episodios familiares, su trabajo con jóvenes en cinco países y en el que da cuenta de su lucha al lado de los más desfavorecidos.
María Ángeles, con el libro que coordinó, durante la entrevista en un café de Sevilla. / Marco Flecha.

En esta entrevista, María Ángeles nos habla de su relación con Paco, como le llamaban en Huelva al Pa’i Oliva (fallecido en 2022) y todo lo que revolucionó en esa ciudad durante los diez años de travesía pastoral y social.

—¿Qué significa para ti el Pa’i Oliva, o Paco que es como le dicen por aquí?

—Nosotros le decimos Paco, aunque él muchas veces firmaba como «Paco» y luego al lado ponía «Pa’i Oliva». Y respecto a esa pregunta, es muy difícil de contestar, aunque te puedo decir que, con casi cuarenta años de amistad, ha sido una presencia muy significativa en mi vida en muchos aspectos. Paco ha sido mi amigo, me casó, bautizó a alguno de mis hijos y bueno, era una persona que sabía transmitir esa esperanza y esa paciencia activa, como decía él siempre.

—¿Cómo era el Oliva que ustedes conocieron?

—El Pa’i Oliva es un regalo de la vida, porque es impagable que haya existido. Era un hombre cuya filosofía de vida la aplicaba consigo mismo. Decía: «me interesa formar personas completas, plenas, no solo con una inteligencia, sino con un criterio de vida solidaria». Y ahí tenemos toda una generación de jóvenes recibiendo un magisterio que yo creo que todavía se mantiene. De hecho, el interés por hacer el libro sobre su vida es por recuperar ese magisterio que las generaciones más jóvenes no conocen, que no han disfrutado aquí en España como sí lo hicieron en Paraguay.  

—¿Cómo fue su llegada a Huelva?

—Los primeros meses de aquel año de 1985, para él fueron de mucho desconcierto, porque había llegado a casa de su hermano, que vivía en Huelva, pero sin saber todavía qué iba a hacer. Él no estaba acostumbrado a no hacer nada. Entonces, fue una temporada de desierto personal, que él siempre lo contaba, en el que se tuvo que poner bien físicamente. Se cuidaba mucho; decía que tenía que cuidarse porque eso era una inversión para el futuro y para seguir trabajando con la gente. Y lo que hacía era andar todos los días de Huelva a Mazagón porque no podía quedarse quieto.

—¿Y cómo llegó a tu vida?

—Yo lo conocí en esos primeros meses de su llegada, a través de una amiga en común. Él venía de Nicaragua y yo estaba entonces trabajando en una tesis sobre el poeta Ernesto Cardenal, y así nos contactamos. Y claro, lo que me encontré fue a una persona que me cuenta toda su trayectoria en Nicaragua, pero que luego me dice: «ayúdame aquí a hacer algo con los jóvenes». Y así fue que, casi desde el inicio, yo empecé a colaborar con él. Y fueron diez años muy intensos en todos los niveles.

Portada del libro «Pa’i Oliva: una vida en dos orillas». / Marco Flecha.

—¿Qué pasó en esos diez años en que estuvo el Pa’i en Huelva?

—Se generaron muchos grupos de jóvenes. Él ideó un sistema educativo donde los mayores iban cuidando de los más jóvenes. Yo creo que fue una enseñanza que se trajo de Nicaragua, gracias al trabajo que había tenido con los jóvenes allí. Se iba a hacer cortes de café, que era lo que en aquel momento demandaba la revolución, y eso trató de trasplantar en Huelva y aquí hubo acciones como marchas por la playa, cogía una botellita de agua en Ayamonte, en la desembocadura del río Guadiana y decía: «vamos a verter el agua del Guadiana en el Guadalquivir». Entonces con el grupo de jóvenes iban caminando por la playa y eso era realmente duro, porque no estaban acostumbrados a movilizarse. Quería sacudirlos, sacarles de su comodidad.

—Entonces gracias a él se formó una comunidad activa.

—Así es, hubo varios grupos con los que él estuvo viviendo y se crearon muchos vínculos humanos. Él trataba de zarandear, porque notaba que el compromiso de los jóvenes en España no se parecía al que él había tenido en Nicaragua o en Paraguay. Compartió mucho tiempo con ellos, había compartido mucho más incluso que con su propia familia jesuita, aunque eso no era extraño ya que entre los jesuitas él era considerado un poco «raro».

—¿Qué te contaba de Paraguay?

—Siempre hablaba de esos cinco años en los que le cambió la vida, que verdaderamente él se despertó en Paraguay. Nos contaba lo que había hecho allá, su historia de expulsión, su trabajo con los medios de comunicación y estaba orgulloso de la fundación de la escuela de comunicación en Asunción. Tanto amaba al Paraguay que cuando volvió a ese país después de veintitantos años, llevaba una guayabera que era la que tenía puesta cuando lo echaron del país y la había estado guardando durante todos esos años.

—¿Qué te contó de su regreso a Paraguay, ya en plena transición democrática?

—Decía que estaba temeroso de no conocer a los jóvenes con los que había trabajado, después de más de veinte años. Sin embargo, encontró allá a una generación que reconoció en él una presencia ética. Una vez nos contó que le llevaron a todos los sitios como si fuera un escaparate y decía: «yo no quería que me colocaran en un museo. Yo quería aprender de la vida del Paraguay, ver donde se resuelven los problemas y donde está la gente».

Esos recuerdos y un largo historial que va desde Sevilla hasta Asunción, con su presencia vital en Huelva, es lo que se puede leer en el libro «Pa’i Oliva: una vida en dos orillas».

—La idea del libro siempre fue hacer que la gente que no conocía a Paco, es decir, los más jóvenes, que siempre fueron su pasión, puedan conocer su figura aquí en España. Considero que él tuvo una experiencia de vida muy ejemplar, y es verdad que muy joven se fue a Sudamérica y a través de su vida también nos permite seguir el hilo de episodios muy singulares de todo el continente, porque él empieza su viaje haciendo una parada en Brasil antes de llegar a Paraguay; ahí justo ocurre un golpe de Estado y empieza la dictadura brasilera, luego llega a Paraguay en plena dictadura de Stroessner, va a Argentina y se encuentra con otra dictadura que lo persigue, se escapa por los pelos y recala en la Nicaragua de la revolución.  

—Al menos pudo ver caer a esos dictadores…

—Así es, volvió a Paraguay a participar de toda la transición democrática. Como te decía, son momentos singulares en su vida y que ayudan también a entender, a través de su vida, la evolución política del continente.

 —Después de recibir los testimonios y de plasmar parte de tu vida en el libro, ¿qué puedes apuntar como el legado fundamental del Pa’i Oliva?

—Creo e insisto mucho en los valores que Paco nos legó, en la defensa de la humanidad y que hasta sus últimas horas él decía que vale y valió la pena esa lucha. Para mí el valor es esa energía, esa posibilidad humana de intervenir en la historia. Eso yo creo que merece la pena y ese ha sido el motor del libro. Ojalá pueda llegar a Paraguay y puedan leer parte de una historia que también les pertenece.

Contraportada del libro «Pa’i Oliva: una vida en dos orillas». Marco Flecha.