Son las 6:30 am, suena el despertador del celular de Claudia, la primera en levantarse es ella, lo apaga y comienza a vestir a los niños para ir a la escuela; cinco minutos después se levanta Lucia, ella es la encargada de preparar el desayuno y la merienda que los niños llevarán, luego del desayuno rápido, ambas suben a los chicos al auto y se dirigen hacia la escuela.
Así inician su día Claudia “la mamá”, Lucia “la mami”, Tiago y Matias. En el fondo se escucha en la radio la reproducción de las declaraciones del diputado Jatar Fernández de Cruzada Nacional, quien en plena sesión parlamentaria expresó: “la familia se constituye entre un hombre y una mujer y el homosexualismo es la muerte de la persona misma, porque no puede procrear con su propia sangre”.
Claudia y Lucia se conocieron hace 7 años; 10 años atrás Claudia tuvo primero a Tiago y luego a Matías, en su anterior relación heterosexual.
Hoy ellas maternan y cuidan juntas a los dos niños, su vida transcurre entre la escuela, el fútbol, el violín, las tardes en la plaza del barrio, la cena, el almuerzo, la ropa limpia, la casa limpia, los útiles, el dentista, el pediatra y un sin fin de tareas. Aunque Lucia tenga más trabajo de oficina, ambas trabajan el doble o el triple en casa y fuera de casa, para poder subsistir y darles la mayor comodidad a sus hijos.
La relación con el papá de los niños, contrariamente a ser un apoyo, es un estrés más que se agrega a la sobrecarga de tareas de cuidado, ya que para Raúl –el papá de los niños– “no está bien ser lesbiana” frase que expresa incluso frente a sus hijos. Evidentemente la relación con él no es la mejor, se cierra a cuidar en colectivo, afirmándose en su homofobia y machismo.
Un estudio de UNFPA sobre el trabajo no remunerado en los hogares y su incidencia en el desarrollo del Paraguay cuenta que “…Las actividades domésticas destinadas a preparar comida y limpiar, así como el cuidado de niños de 0 a 5 años son las actividades no remuneradas que insumen mayor tiempo a las mujeres, con brechas entre tres y cuatro veces superior al tiempo destinado por los hombres. Las estimaciones muestran que el aporte del tiempo de trabajo no remunerado equivale al 22,4% del PIB en 2016, de los cuales el 76% es producido por las mujeres, esto representa un aporte tres veces mayor respecto a los hombres…”
La sociedad, la aceptación, la discriminación y la falta de apoyo de sus familias hacen que la sobrecarga de los cuidados lleve consigo una carga mental mayor, afectando su salud mental; recibir objeciones hacia sus deseos e identidades es una constante en lo cotidiano, lo que las hace estar pensando y analizando como resistir para seguir adelante.
De ahí que las historias de crianza y cuidados de madres lesbianas, bisexuales y no binaries, conllevan la resistencia hacia los muros que impone la norma de la heterosexualidad obligatoria, aquella que aún afirma que las sexualidades disidentes son depravaciones o desviaciones de lo natural.
Pero, entonces, ¿cómo hacen para que sus vidas sean posibles de ser vividas (como dice la filósofa nor Judith Butler)?
Cómo hacemos las mujeres para sostener tanto
Noe tiene 28 años y una hija de 3: Arami, sus ojitos son de color verde y a veces se ponen color miel, pero su dulzura se derrama por sus poros, como la de su mamá; aunque a veces Noe suena dura como un roble. Si la vieran en la calle, nadie supondría que tiene una novia, de la que está muy enamorada.
Se conocieron trabajando en un café, primero fueron amigas y después se hicieron novias. Noe salió antes con quien sería el padre biológico de Aramí, él hasta hoy no se hace cargo de su paternidad. Ante la pregunta de cómo hace para criar a Aramí, tener una novia, trabajar (se dedica al rubro gastronómico donde la precariedad laboral es “lo natural”), pagar sus cuentas, y aun así ser feliz con su maternidad, responde primero que no sabe, dejame pensar, dice.
Tal vez la vorágine del día a día no nos permita pensar en cómo hacemos las mujeres para sostener tanto. Es como la imagen de los platillos chinos que giran al mismo tiempo sostenidos cada uno con un palito, el efecto giroscópico (es igual al del trompo que gira) para lo cual ninguno debe dejar de girar, cada segundo se les debe ir tocando para que mantengan su equilibrio. Las tareas de cuidados podrían ser los platillos, nosotras las malabaristas que hacemos girar y sostenemos la vida.
Después de tomarse su tiempo y pensar, Noe responde: “el amor que le tengo y todo lo que yo desee tenerla a ella. Y las ganas que tengo de demostrar que no se necesita una familia mamá/papá para que un niño salga bien”.
Eme se identifica como no binarie, tiene 50 años y es mamá de dos jóvenes de 23 y 21 años; lo de su identidad es una novedad, es reciente, porque como dice antes no existía esta posibilidad, aunque desde niñe no se sentía ni se identificaba como mujer. Al conocerle, se puede ver como transgrede y rompe todas las concepciones tradicionales del ser madre, o lo que se espera sea una buena mamá.
Su masculinidad que aún muestra en su cuerpo (con varios tatuajes visibles) sus años de deportista (tiene esa estética tan futbolera), atrae miradas, aunque ajenas, que son instantáneas, su expresión de género deja preguntas inexpresables que por lo evidente se leen en esas miradas: “Sí señora, sí señor, soy lesbiana y no binarie”, expresa en tono irónico, aunque divertido.
A los 25 años se casó con su novio, y según nos cuenta porque: “Era lo que todos esperaban que hiciera, lo que se suponía una mujer joven adulta debía hacer por aquellos años, nunca fue una meta para mí la maternidad”.
Sin embargo, sus hijos le llevaron a querer ser mamá: “Ellos existen en mí, solo ellos me importaron siempre, por encima de cualquier cosa o limitación o regla impuesta por la sociedad, siempre fueron y son lo importante, son mi fuerza y no es una frase hecha”.
Cuando eran niños el padre y esposo (en ese entonces) llevó a los niños a vivir con él y luego con su siguiente esposa, al descubrir la identidad y orientación sexual de Eme; fue el momento más difícil de su vida separarse de los niños, aunque luego con el divorcio y los acuerdos de tenencia las cosas mejoraron: “Pasé por un proceso terriblemente desgarrador (sin exagerar) nadie de mi familia me acompañó, todo eso pienso que me hizo más fuerte; y la vida me tenía preparada otra sorpresa, porque hoy mi pareja tiene una niña de 8 años, y es todo un desafío acompañar su crianza, en la co-maternidad, un universo nuevo, que cada día me gusta más”.
Ante la pregunta de cómo enfrentó ese proceso, como crió a sus hijos con tantas limitaciones, con su identidad no dejando lo que quería ser, nos responde que: “Además de ellos mismos (sus hijos) me apoyaba mucho en mi trabajo, en mis verdaderos amigos”; su trabajo le permitía expresar su identidad sin ninguna discriminación y eso fue muy importante; además de la red de amigas (y parejas) de la comunidad LGBTI, que fueron y son su apoyo y contención.
“Moviendo cielo y tierra”
Así mismo, existen otros casos que también enfrentan complejas barreras legales en cuanto a los derechos como familia constituidas, como Belén y Pamela que son mamás de un pequeño astronauta llamado Ezequiel.
Su deseo de ser madres, las llevó a seguir un proceso médico denominado comúnmente “método ropa”1.
Fue realizado por completo en Paraguay, aunque en principio el nacimiento de Ezequiel se realizaría en Argentina para tener la nacionalidad de su mamá Belén y así también poder llevar el apellido de ambas, pero Eze decidió nacer prematuro y paraguayo; por esa razón tuvo que ser registrado con el apellido de su mamá Belén. Aunque siguen “moviendo cielo y tierra” para que Ezequiel pueda llevar el apellido de ambas, sabiendo que en Paraguay no existen garantías legales que protejan y reconozcan derechos a las familias homoparentales/LGBTI.
Ellas como tantas otras, hicieron todo lo posible para ser madres, sin contar la parte económica, (acá sí podríamos decir que la maternidad está siendo planificada porque el costo del método ropa es muy alto); continúan soñando y luchando por sus derechos. Las fuerzas la toman del amor por su hijo y su fe, ya que ambas son creyentes: “para mí la mayor aceptación y amor es Ezequiel, es la prueba viviente del amor que papá Dios nos manda a Pame y a mí. Y cualquier homofóbico que diga lo contrario yo tengo para demostrar con pruebas que es el milagro de vida más grande, somos una comunidad amada por Dios” noscomenta Bélen.
Acercarnos a estas vidas nos permite conocer historias de reinvención sobre otras maternidades, que resignifican aquellos valores tradicionales, en los que ser mamá es sinónimo de entrega a los otros, de cuidar, y sostener muchas veces olvidando los deseos.
Subvierten el orden establecido como natural y normal para la sociedad, enfrentándose diariamente a un país que no garantiza sus derechos; resisten y se cuidan con las redes de otras mamás, amistades, familias amorosas que aceptan e incluyen diversidades, ellas muestran que la igualdad siempre está en el horizonte.
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1 – Método ropa: Es una técnica que permite compartir la maternidad entre dos mujeres. Consiste en hacer un ciclo de fecundación in vitro a una mujer de la pareja para conseguir embriones (madre genética) y posteriormente transferir estos embriones en el útero de la otra mujer de la pareja (madre gestante).