Clemente Róga: la casa familiar que se convirtió en un centro cultural abierto a la comunidad

En Coronel Oviedo, hay un espacio que es el punto de encuentro entre los amantes y cultores del arte. Poetas, escultores, cantantes, cuenteros y escritoras comparten sus creaciones e investigaciones en la que fuera casa familiar del artista local Américo Piñánez, en el barrio 12 de junio, en un lugar llamado Clemente Róga.

Para contar esta historia, de Clemente Róga, debemos remontarnos a los años oscuros de la dictadura de Stroessner. En esa época, en la ciudad de Coronel Oviedo existía un grupo de jóvenes artistas, que empezaban a relacionarse con los movimientos culturales emergentes de Asunción y otras regiones. 

Esa agitación juvenil desembocó en la muestra de teatro estudiantil, que se llevó a cabo durante toda una semana. El espectáculo se realizó en el año 1975 y marcó un hito en la ciudad y en sus jóvenes. Entre estos estaba el artista plástico Américo Piñánez, quien ya empezaba a destacar con sus dibujos y esculturas. 

Sin embargo, llegó la gran represión y Américo, junto a otros artistas –que cuestionaban la realidad social— tuvieron que salir del país en busca de mejores horizontes. Viajó a Bélgica, aunque estuvo también una temporada en Nicaragua. En estos casi cuarenta años fuera del Paraguay, desarrolló una intensa actividad cultural y formó familia en la ciudad belga de Gante.

Américo Piñánez posa orgulloso ante uno de los árboles que plantara su padre, don Clemente. / MF

De un motivador recuerdo a una realidad

En una tarde de lluvia intermitente, en compañía de un humeante mate amargo, conversamos con Américo sobre aquellos tiempos. Hablamos de la creación de Clemente Róga –tantos años después– como un sueño personal que terminó convirtiéndose en un espacio de disfrute para toda la comunidad ovetense. 

Américo Piñánez habla pausado, como si sacara cada palabra, cada frase desde la profundidad de su memoria. Cuenta que desde chico le gustaba dibujar y hoy, a sus 67 años, sigue dibujando como un ritual cotidiano. «Yo escuché la palabra mágica de mi papá que me decía: “iporãite piko la nde dibujo che ra’y” (Qué lindo es tu dibujo, mi hijo). Y cuando me dijo eso, creo que yo tenía como cinco años y desde esa vez no he parado de dibujar y siempre pienso en ese misterio de su palabra, una palabra mágica. Yo no necesitaba nada más que él me diga eso para seguir», recuerda Américo.

Piñánez siguió dibujando y fue descubriendo su gusto estético, experimentando, siempre con el empuje de su padre, Clemente Piñánez y el apoyo de su madre, doña Lorenza, a la que también recuerda como una mujer muy creativa. 

Después de tanto dibujar, llegó a la escultura. «La escultura ya viene después, hay todo un proceso, otro tipo de lenguaje, es una tercera dimensión. Y como a mí me gusta mucho el pensamiento medio abstracto, entonces me conformo con crear formas abstractas», comenta. Al mismo tiempo, reflexiona sobre esa mirada, sobre la tranquilidad que le transmiten los troncos de madera, las rocas a las que da forma y que se pueden apreciar en cada rincón de Clemente Róga. No se sienten como un mero decorado, sino como unos habitantes que pueblan ese idílico espacio en medio de una ciudad que parece estar despertando de su letargo cultural.

Cada rincón de Clemente Róga es una pequeña obra de arte, como esta ventana. / MF

El largo exilio y el retorno al barrio

Después de casi cuatro décadas, Américo Piñánez, ya jubilado, decide que es hora de volver a Paraguay y dejar un legado, como una especie de homenaje a su familia. Y si bien, quien le impulsó a ser artista fue don Clemente, su padre, tiene muy en cuenta la memoria de su madre Lorenza.

«Mi mamá tenía una actitud así, muy comprometida con los otros. No podía estar sin preocuparse por los demás». Tanto su madre como su padre, cuenta Américo, se pasaban organizando pequeños movimientos, ya sea ecológicos, futbolísticos o religiosos.

Entonces, como homenaje a ese espíritu y a esa influencia, es que decide empezar a soñar con un espacio en el que converjan esos valores. Aprovecha el bagaje cultural que adquiere en su derrotero por el mundo y decide volver para aportar a su Ajos natal, que es como él llama a Coronel Oviedo, por su antiguo nombre.

«En un momento dado tuve la lucidez de decir “me gustaría hacer eso”. Y cuando empezamos, mi papá vivía todavía y, por lo menos, pudo ver los pequeños avances, los inicios», comenta Américo con orgullo y un poco de nostalgia.

Relata que este espacio cultural lo construyó poco a poco, con la ayuda de su hermano y el apoyo de su compañera y amigos de Bélgica. «Y así que me atreví. Normalmente cuando hago las cosas yo no pienso, no pienso si es un riesgo, si voy a perder, si voy a ganar. Para mí este espacio lo construí como hago mis dibujos, mi escultura, por gusto», reflexiona.

El desarrollo de actividades culturales desde hace casi 10 años

Ya son nueve años de la creación de Clemente Róga. La temporada de actividades empieza en mayo, cuando Piñánez viene a Paraguay, porque sigue viviendo mitad acá y mitad en Gante.

El artífice de todo esto se siente orgulloso porque el espacio ya es un referente en la ciudad. Américo, gracias a lo que ocurre en este lugar, conoció a muchos artistas y personas que día a día se acercan a mirar y proponer actividades.

Así se van desarrollando jornadas culturales, en las que prima la solidaridad entre las personas que comparten su trabajo. «Estamos hablando de compañeros escritores, escritoras, poetas, músicos, cuenteros, teatreros, gente de cine, ecologistas… algunos son de acá, otros vienen de lejos, incluso del exterior», enfatiza.

Balbino Ovelar es un habitué de las tertulias y peñas en Clemente Róga. / MF

Pobladores habituales y ocasionales

En Clemente Róga siempre hay gente con ganas de compartir, ya sea un poema, una canción o una charla. A veces a modo de espectáculo, de actividad organizada y a otras, de manera espontánea. Surgen debates y experiencias culturales al calor del bracero o en torno a un refrescante tereré. Uno de esos pobladores habituales es el poeta y músico Balbino Ovelar, quien comenta lo que significa para él habitar este sitio.

«Este es un espacio donde uno viene libremente, donde uno puede debatir, compartir, conversar con la gente y que una nueva generación de personas sean las herederas de este movimiento cultural. Ese es el objetivo, dejar un legado a la gente, que vea que hay otra perspectiva en la cual fijarse. Me siento muy a gusto acá». 

Balbino es amigo de infancia de Américo y es el único de aquella generación inquieta que no se fue de Oviedo. Según él, «porque alguien tenía que quedarse para esperar y recibir a los que se fueron».

La titiritera y narradora oral argentina, Adriana Felicia, en pleno taller de oralidad creativa con estudiantes de formación docente de Coronel Oviedo. / MF

Un lugar para la memoria y para sentar postura

Mariel Andersen también es ovetense y tuvo que salir –como muchos jóvenes– a buscarse la vida en la capital, Asunción. Ahora vuelve de vez en cuando y es otra habitué de Clemente Róga.

«Para mí este sitio es un centro cultural, pero también una posición política. Una posición en el sentido de que es un lugar donde se practica la solidaridad, donde se debate, donde se dialoga y se piensa en una convivencia más justa», reflexiona.

También refiere que el sitio es un lugar de memoria, memoria de una época, de una familia y un lugar de reconciliación personal, suya con la ciudad y un oxígeno ante las propuestas frívolas que tiene Ajos, como ella también prefiere llamarla.

Una de las esculturas de Américo Piñánez que pueblan el espacio. / MF

Una de las artistas internacionales que pasó por Clemente Róga es la titiritera Adriana Felicia. Destaca la calidez del lugar y su increíble contenido artístico.

«Cuando una entra al espacio se siente transportada a otra dimensión. Cada rincón respira arte. Su patio te recibe con la luna llena en medio de la naturaleza, que brota en cada pedacito y así respirando armonía uno va transitando entre la pintura y la escultura, la música, la palabra. Todas las expresiones artísticas, toda la cultura confluyen en un espacio en el que es un placer transitar», expresa.

Felicia es de Rosario y suele venir a Paraguay a desarrollar talleres creativos y funciones de cuentos y títeres. Dice sentirse agradecida por haber encontrado un sitio tan bello, en el que le permitieron desplegar su trabajo artístico.

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