El sueño de la vivienda propia en Paraguay parece cada vez más irreal debido a los altos costos de los inmuebles. Esto si hacemos una comparación entre el salario o ingreso económico promedio de la población trabajadora.
Una familia urbana promedio en Paraguay está compuesta por 4,6 personas según la Encuesta Permanente de Hogares Continua (EPHC) 2019. Si nos enfocamos en las necesidades habitacionales de este grupo, buscaríamos una vivienda de tres habitaciones, dos baños y un mínimo de 100 metros cuadrados.
En ese contexto, si se realiza una búsqueda rápida en el portal inmobiliario Info Casas con estas características arroja propiedades, cuyos precios van de entre Gs. 400 y 800 millones. Los inmuebles se encuentran en ciudades cercanas a la capital como Fernando de la Mora, San Lorenzo o Villa Elisa. Al redireccionar esta búsqueda, específicamente en Asunción, los costos se duplican.
La relación precio/ingreso
En una columna del diario 5 Días, el arquitecto Nicolás Morales Saravia establece una métrica muy útil para definir la asequibilidad de una vivienda. En ese punto, hace referencia a la relación precio/ingreso.
En Paraguay, el salario mínimo es de 355, 57 USD (G. 2.798.309 al cambio de la publicación) y el costo promedio de una vivienda de 100m2 en Asunción es de 170,000 USD (G. 1.309.000.000) . Al hacer el cálculo, obtenemos que la relación precio/ingreso es aproximadamente 461 veces el ingreso mínimo. Según el arquitecto, una relación extremadamente alta que indica la sobrevaloración de las propiedades.
Los altos costos del mercado son un gran impedimento. No obstante, existen otros factores como la falta de políticas estatales que regulen el mercado en beneficio de la población general y la precarización laboral. A esto, podemos sumar los programas de vivienda sin perspectiva social, los cuales provocan que el sueño de la casa propia sea efectivamente un sueño cada vez más lejano.
“Soluciones” excluyentes
Los créditos bancarios para viviendas son un producto popular en el mercado paraguayo. Sin embargo, la burocracia del proceso, los requisitos y los elevados costos de la financiación no lo hacen accesible para la mayoría de la población. Las personas más excluidas, son principalmente los y las trabajadoras independientes, quienes no cuentan con seguro social o cuyos ingresos son mínimos para el día a día.
En ese contexto, los programas estatales como “Mi Vivienda” o “Che Roga Pora”, han sido cuestionados por no ser una solución real para la clase trabajadora. Además, son reprochadas por llevar a cabo un proceso poco transparente al asociarse con desarrolladoras y fiscalizadoras de historiales cuestionables.
Al respecto, las Cooperativas de Vivienda plantean una solución a la crisis habitacional desde la organización comunitaria. De esta manera, buscan atender las necesidades de la población trabajadora que termina siendo excluida por las soluciones tradicionales.
Cooperativa de vivienda: una solución con visión comunitaria
Una Cooperativa de Vivienda es una asociación de personas sin ánimo de lucro que se agrupan para lograr el fin común de acceder a un hogar digno en las mejores condiciones de calidad y costo posibles. Funcionan como la mayoría de las cooperativas y se estructuran a partir de una asamblea de socios y socias. Estas personas toman las decisiones más importantes.
Además cuentan con un consejo de administración y una junta de vigilancia a cargo de los controles de la entidad.
Victor Pereira es de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional de Asunción y su tesis se centra en las Cooperativas de Vivienda. El mismo, explica que estas se basan en cuatro pilares filosóficos: la propiedad colectiva de la tierra, la democracia directa, la autogestión y la ayuda mutua.
Victor cuenta que en este modelo las personas asociadas tienen un alto nivel de protagonismo en las decisiones que afectan a su vivienda. Lo que se da desde el diseño, la planificación, los materiales a utilizar hasta el proceso de construcción.
“En este modelo, desde el principio, los socios y un equipo técnico multidisciplinar trabajan desde el aspecto social, legal y obviamente la construcción. Más que la participación, para mi, destaca el protagonismo de las personas que son las destinatarias de las viviendas y ese es el componente principal de este modelo”, dice.
Victor ha trabajado de cerca con algunas experiencias de cooperativas de vivienda. En ese punto, cuenta que en algunas de ellas se organizaron cuadrillas de trabajo donde muchos de los socios y socias aprendieron oficios de construcción para involucrarse más directamente con el proceso.
De esta manera, se estima que hasta 15% del presupuesto total puede ser ahorrado al contratar menos mano de obra. Además, es una posibilidad que ese monto sea redireccionado, por ejemplo, en mejorar la calidad de los materiales.
Origen y regulación de las cooperativas de vivienda
El cooperativismo de viviendas nace en Uruguay en el año 1966. Posteriormente, llega a nuestro país a principios de los años 2000.
En la legislación paraguaya, la ley 2329/03 establece el marco de administración de las cooperativas de vivienda y el fondo para viviendas cooperativas. Las mismas están reguladas por el Instituto Nacional de Cooperativismo (INCOOP)
La primera experiencia local de una cooperativa de viviendas tuvo lugar en el Barrio Cooperativo Kuarahy Rese de Aveiro (Itá). El mismo, actualmente cuenta con 300 viviendas, lo que se constituye en una solución habitacional a un gran número de personas.
Zulma Rojas, pobladora y expresidenta de la Cooperativa Kuarahy Rese de Aveiro, afirma que las Cooperativas de Vivienda son una verdadera solución habitacional. Esto se debe a que tener una casa es un derecho básico que abre las puertas a otros derechos como la salud y la educación.
“La vivienda es una necesidad básica. A partir de contar con ella podemos pensar en la salud de las familias y en nuestra formación. Este sistema de organización nos hace crecer como personas y como profesionales”, dice Zulma.
Casos de éxito: “La clase trabajadora también es capaz de organizarse”
La Central de Cooperativas de Viviendas de Ayuda Mutua del Paraguay (Ccvamp) es una entidad que promueve el derecho a una vivienda digna mediante la autogestión. Zulma Rojas, quien también fue presidenta de la entidad en un periodo, cuenta que han contabilizado alrededor de 18 cooperativas socias de la central.
La Cooperativa de Viviendas Kuarahy Rese de Aveiro en la ciudad de Itá, que cuenta con 300 familias, se posiciona como la más numerosa. No obstante, también registran cooperativas de 15 y 30 familias en San Juan Bautista, Mariano Roque Alonso, Caccupé, Limpio y el Bañado de Asunción. En total, Zulma afirma que en estas viven entre 600 y 800 familias.
“Nuestra intención es seguir reproduciendo este modelo. Queremos que otros paraguayos y paraguayas puedan construir de esta manera. Queremos demostrar que los de la clase trabajadora también podemos organizarnos, administrar los recursos colectivos y obtener el techo soñado”, dice Zulma.
Una vez conformada la cooperativa, se presenta el proyecto y se forma el equipo de trabajo. La financiación puede ser de hasta 20 años y las cuotas pueden ir de entre G. 145.000 y G. 400.000. Tanto el presupuesto del proyecto como la financiación se calculan en base al promedio de ingresos de las personas que conforman la cooperativa.
La colectividad también se encuentra con desafíos
Zulma comenta que tuvieron algunos casos de malas administraciones con los fondos. Sin embargo, afirma que estos son producto de lo que llama los malos “vicios” de una educación individualista de nuestra sociedad, en la cual muchas veces priman los intereses propios por sobre el bien común.
“Muchas personas dicen que es impensable tener este tipo de modelo en Paraguay pero son una realidad. Y, si bien, existen este tipo de problemáticas nosotros somos capaces de solucionarlas y sobreponernos a ellas”, comenta.
Otras de las grandes problemáticas es la falta de voluntad política. Las Viviendas Cooperativas no gozan de la misma promoción que otros programas del Estado. Entretanto, a pesar de existir una ley que las regula y casos exitosos, no muchas personas conocen cómo funcionan.
“Incluso hemos organizado algunas manifestaciones para lograr que salgan los proyectos que no nos querían aceptar poniendo como excusa los casos de mala administración. La realidad es que a la mayoría de los gobernantes no les gusta que podamos organizarnos por nosotros mismos porque de esa forma se erradica esta práctica del asistencialismo, es la lógica de este sistema”, comenta.
“No solo construimos viviendas, sino una vida digna y comunitaria”
Leidyd Romero cuenta que inició con este proyecto en el 2008 y formó parte de la segunda etapa de la Cooperativa de Viviendas de Itá. En ese entonces, vivía en alquiler.
En el caso de Leidyd existieron dos pasos previos, primero cumplir con las horas de ayuda mutua (la construcción) y el aporte mensual de G. 60.000 en concepto de preobra.
“En la primera etapa ya había viviendas inauguradas. Al ver que resultaba para otras familias, eso nos ayudó a tener más credibilidad y motivación. Fue una alternativa viable para nosotros”, dice.
Leidyd cuenta que sigue abonando mensualmente por su vivienda pero que esta vez es con la “seguridad de lo colectivo”.
“Hago hincapié en la seguridad que tenemos en el barrio, la solidaridad y la autogestión. No sólo construimos viviendas, sino una vida digna y comunitaria. Ese es el valor agregado en relación a otras propuestas de viviendas sociales donde tenemos escasa participación en el resultado final ”, cuenta.
Leidyd comenta que su mayor miedo era no poder cumplir con las obras requeridas. Esto se debe a que en este modelo el socio aportaba a la construcción de la vivienda.
“Si bien fue un desafío al principio, orgullosamente puedo decir que de ese proceso salieron varias mujeres albañiles y maestras de obra. Además de construir casas se construyó la igualdad de género, imaginate”, enfatiza.
Leidyd comenta que el Estado debería poder apreciar los buenos resultados de estos modelos y ayudarlos en su promoción, gestión y mantenimiento. Además, considera que para las personas que no optan por este modelo, por diferentes motivos, deben existir respuestas efectivas a la vivienda digna.
Viviendas cooperativas, el ejemplo de un sueño posible
Las Cooperativas de Vivienda son más que una solución habitacional, también demuestran que construir comunidades basadas en la organización colectiva es posible. A pesar de los desafíos como la falta de voluntad política, con este tipo de proyectos, este modelo se presenta como una solución eficaz que hoy da respuesta a cientos de familias.
La experiencia de cooperativas como la de Kuarahy Rese de Aveiro (Itá) es la prueba de que la clase trabajadora posee voluntad. Además, demuestra la capacidad de organización, gestión y administración, que son necesarias para lograr el acceso a la vivienda digna, tal como señaló Zulma Rojas.
En un país donde el acceso a una vivienda propia es un sueño cada vez más lejano para muchas personas, las cooperativas de vivienda nos muestran que conquistar derechos básicos como el acceso a una vivienda digna es posible a través de la organización colectiva.
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