Tañarandy 2025: Cuatro versiones de La Última Cena en homenaje a Koki Ruiz

El cuadro viviente que recrea la clásica pintura La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, ha sido siempre la obra más aclamada en la Semana Santa de Tañarandy. En esta edición, la primera sin Koki Ruiz, las hijas de quien fue el creador y principal impulsor de la experiencia, asumieron el desafío de mantener vivo el legado, junto con la comunidad del taller La Barraca y muchos colaboradores, presentando cuatro versiones del legendario cuadro (Da Vinci, Warhol, Dalí y una versión libre sobre La Piedad) en un sentido homenaje a Koki. Miles de personas que llegaron hasta el lugar se emocionaron con el tributo al recordado artista. Empieza una nueva época en la tierra de los irreductibles.

¿Cuántas dimensiones puede tener una obra de arte?

¿Cuántas versiones, cuántas intervenciones?

El pintor, escultor y gestor cultural Delfín Roque Ruíz Pérez, conocido popularmente como Koki Ruiz, decía siempre que no existe límites para recrear el arte, ni tampoco existían requisitos para ser un artista.

Le gustaba repetir la célebre frase del artista alemán Joseph Beuys: “Todo ser humano es un artista y cada acción, una obra de arte”. Esa expresión, que acompañó gran parte de su carrera artística, está grabada en una lápida junto a su tumba, en los jardines de La Barraca.

Tras el fallecimiento de Koki en diciembre de 2024, sus hijas Macarena y Almudena, y su hijo Julián, junto a su viuda Norma Fretes, decidieron dar continuidad al legado, sin desconvocar la masiva afluencia de personas para la Semana Santa 2025 en Tañarandy.

El desafío era muy grande. Macarena y Almudena se encargaron de la dirección artística y Julián de la logística, junto con los demás familiares y los integrantes del equipo de La Barraca, sumando el aporte de muchos colaboradores, como el de los estacioneros de Luque o los integrantes del grupo teatral Jakaira, de Itauguá.

“Decidimos incorporar varias de las principales obras de papá, introduciendo recreaciones en su homenaje. De todos los cuadros vivientes que se suelen exponer en la Semana Santa de Tañarandy, el cuadro de La Última Cena de Da Vinci ha sido el más aclamado. Koki lo incluyó casi siempre y además creó variaciones, así que este año elegimos representar cuatro versiones de este cuadro, como atracción principal”, destaca Almudena Ruiz.

La inmensa cantidad de público que se reúne en el anfiteatro natural de La Barraca. / René González.

Una gran respuesta del público

¿Cómo iba a ser la Semana Santa de Tañarandy 2025 sin Koki Ruiz? ¿La gente acudiría igual, como en años anteriores? ¿Se podría responder a las expectativas?

Las respuestas a estos interrogantes se despejaron muy pronto, en los días previos y sobre todo en la mañana y la tarde del Viernes Santo, 18 de abril, cuando varios contingentes de ómnibus de turismo y autos particulares, además de turistas y mochileros que llegaban en medios de transporte público, empezaron a colmar las calles de la ciudad de San Ignacio Guasu y principalmente las de la pintoresca compañía rural Tañarandy.

A la media tarde del viernes, el anfiteatro natural de La Barraca, en el predio de la quinta de la familia Ruiz Fretes, ya se encontraba colmada de miles de personas que habían llegado con mucho tiempo de antelación, provistas de sillas plegadizas, para ocupar los mejores lugares desde donde asistir a los cuadros vivientes. Los vendedores ambulantes de globos, pororó, algodón de azúcar, bollos, agua y gaseosas, panchos y superpanchos, muñecos de dinosaurios y chanchitos, hacían su gran negocio.

Otro grupo grande de visitantes recorrían las calles de Tañarandy, donde ya se ubicaban los 15 mil candiles de apepu, esperando ser encendidos al caer la noche. Había ferias de comidas y artesanías, exposiciones de fotografías, obras de Koki Ruiz y artesanos locales.

Un atractivo especial fue la ubicación de figuras de cosecheros de algodón en medio del campo, recreación de un célebre cuadro de Koki Ruiz, con el cual realizó una de sus primeras muestras en 1985, en Asunción.

Los cosecheros del algodón, personajes de un cuadro de Koki Ruiz, instalados en medio del campo. / ACG.
La multitudinaria procesión entre candiles encendidos por el yvága rape. / René González

De Da Vinci a Warhol y Dalí

Las actividades se iniciaron al caer el sol, con el encendido de los candiles y las antorchas a lo largo de un camino de tierra, que asemejaba a un sendero de estrellas en medio de la penumbra. Con el canto quejumbroso de los estacioneros del Grupo 19 de Marzo, de Luque, portando en andas a la Virgen de los Dolores, los peregrinantes iniciaron la lenta marcha hacia la barraca.

A la llegada, fueron recibidos con aplausos por la muchedumbre que ya colmaba todos los espacios del amplio anfiteatro. Los organizadores estiman que más de 20 mil personas formaron parte de las actividades.

Una legión de mujeres vestidas de blanco, con antorchas en las manos, avanzaron por la pequeña laguna hasta el cerrito del Gólgota, acompañando el descenso de la cruz y el encuentro con la Virgen, con ayuda de bomberos voluntarios, todo apenas iluminado con la luz natural de las antorchas y el canto a capella de los estacioneros.

Almudena Ruiz, en el centro, dirigiendo la procesión. / René González.

Luego de estas ceremonias, se inició el show de los cuadros vivientes.

La voz de Koki Ruiz se escuchó ronca, potente y clara, a través del sistema de sonido. Era el fragmento de un mensaje que pronunció en 2022, cuando se cumplieron 30 años de la experiencia de Tañarandy, en el que hacía un recuento del camino recorrido y agradecía el apoyo recibido.

A continuación, se empezaron a encender las luces para mostrar uno por uno los cuatro cuadros principales, con sus respectivas bandas sonoras, en medio de las exclamaciones de admiración de la multitud.

Primero fue el clásico cuadro de la Última Cena, de Leonardo Da Vinci, pleno de colorido, la obra más elogiada y aclamada por el público, que se ha venido mostrando cada año, infaltable.

Luego, una versión basada en las sucesivas variaciones del mismo cuadro por el célebre artista plástico norteamericano Andy Warhol, estrella del pop art, que Koki había presentado en años anteriores en el Teatro El Molino, en San Ignacio, pero que sus hijas estilizaron aun más, avanzando sobre las propias recreaciones de su padre. Aquí los discípulos empiezan ocupando sus lugares tradicionales en la mesa, pero luego empiezan a alejarse, dejando a Jesús solo en el centro, bañando por una luz blanquecina.

El Cristo bañado de luz blanca, inspirado en La Piedad de Miguel Ángel. / René González
Cuadro de la Última Cena, basado en las recreaciones de Andy Warhol. / René González

La tercera versión fue una versión libre inspirada en La Piedad, de Miguel Ángel, trasladada a la expresión de La Última Cena, con banda sonora de un fragmento de la ópera rock Jesucristo Superstar, en donde 12 mujeres vestidas de negro ocupan el lugar de los discípulos y van quedándose en penumbras, mientras Jesús se yergue, pintado de blanco, alzando los brazos y la mirada hacia el cielo.

Un homenaje con la canción Grândola

La cuarta versión fue la más significativa, ya que fue un homenaje específico para Koki Ruiz.

Utilizando la escenografía del cuadro viviente El Sacramento de la Última Cena, de Salvador Dalí, el lugar de los 12 apóstoles fue ocupado por 12 colaboradores de Koki, quienes abandonan sus tareas en la organización, se cubren con las capas doradas, adaptadas de la pintura y rodean la mesa, pero esta vez no existe un Jesucristo, sino solo una luz radiante en el centro.

¿Esa luz es acaso Jesús o es también el propio Koki, que se hace presente desde la ausencia?

La obra juega con la ambigüedad, pero a la vez utiliza como banda sonora la canción “Grândola, Vila Morena”, que fuera himno de la Revolución de los Claveles en Portugal, en abril de 1974, una de las canciones que más emocionaba a Koki Ruiz, tanto que, en un viaje a Sao Paulo con su hija Almudena, le dijo: “Yo quiero que me recuerden con esa canción”.

El retrato gigante de Chiquitunga, hecho con 70 mil rosarios. / René González

Seguidamente, se encendieron las luces para mostrar otras obras emblemáticas de Ruiz: el retrato gigante de la beata Chiquitunga, que el realizó especialmente para la ceremonia de beatificación, utilizando más de 70 mil rosarios donados por personas de todo el país, en una de sus más logradas “obras con participación colectiva”.

También se mostraron dos retratos gigantes de los santos San Ignacio de Loyola y San Francisco de Asís, que formaron parte del famoso “altar de maíz” que el artista elaboró con maíz, semillas, cocos y calabazas, para una misa celebrada por el papa Francisco, en Ñu Guasu, durante su visita al Paraguay, en julio de 2015. Aquella vez, el papa le dijo: “¡Qué inmenso trabajo hicieron!”

El cierre estuvo a cargo de Julián Ruiz, hijo de Koki, con un emotivo mensaje en el que explicó todo el proceso que llevó organizar esta edición de homenaje a su padre. Con la voz quebrada por la emoción, Julián agradeció la gente por ayudar a mantener vivo el legado del gran artista ignaciano y anunció que, mientras la gente lo recuerde a Koki, la Semana Santa de Tañarandy no desaparecerá.

Las lloronas avanzando por la laguna de Tañarandy, hasta el Gólgota. / René González
La peregrinación entre candiles de apepu, por el yvága rape. / René González.
La experiencia de Tañarandy convoca a personas de todas las edades. / René González
Macarena y su hermana Almudena, hijas de Koki Ruiz, maquillando a un actor para los cuadros vivientes. Ellas asumieron la dirección artística en Tañarandy. / René González.
Una imagen onírica de la ceremonia en Tañarandy. / René González