Una tarde gris de marzo de 1947, Augusto Roa Bastos escribía en una metálica y ruidosa Remington, en el segundo piso de una casona de la calle Benjamín Constant casi 15 de Agosto, sede de la Redacción del diario El País, en Asunción, cuando un obrero avisó que unos matones estaban destruyendo la imprenta, a golpes de hacha y martillo.
La siniestra guerra civil del 47 estaba en ebullición y Roa era el secretario de Redacción del diario dirigido por Policarpo Artaza. A pesar de que aún no había escrito y publicado los libros que lo convertirían en el mayor novelista paraguayo, ya era un periodista incómodo para los dueños del poder.
Sus columnas satíricas, firmadas con el seudónimo El viejito del acordeón, provocaban enojos, sobre todo a Natalicio González, ministro del dictador Higinio Morínigo, a quien Roa acusaba de estar detrás de las bárbaras acciones del Guion Rojo y de los grupos parapoliciales de la Guardia Urbana.
Natalicio envió a sus hordas a destrozar el diario y traer maniatado al irreverente escriba. Los periodistas lograron huir por sobre los techos de las casas vecinas. Roa pudo llegar a su casa en Villa Morra, donde contó a su esposa Lidia “Tota” Mascheroni y a su pequeña hija Mirta lo sucedido. Tota fue con Mirtita a pedir auxilio a monseñor Hermenegildo Roa, tío del periodista. Augusto quedó en la casa, cuando oyó fuertes golpes en la puerta. Era un pelotón militar, enviados para arrestarlo. Logró salir a tiempo por una ventana, trepar al techo y ocultarse en el interior de un tanque de agua.
El obispo y la esposa de Augusto reclamaron a los militares. Uno de ellos les dijo que el ministro Natalicio González deseaba que el periodista sea llevado para “una reunión”. Decidieron marcharse, pero advirtieron que regresarían.
Los familiares consideraron que la situación era grave y que Roa debía salir del país. Tras rescatarlo todo mojado del tanque de agua y preparar su equipaje, lo llevaron a la embajada de Brasil, donde permaneció asilado hasta que pudo partir rumbo a Bueno Aires.
Ese fue el inicio de un largo exilio, en el que Roa Bastos empezó a convertirse en el escritor paraguayo más universal, publicando primero su libro El Trueno entre las Hojas en 1953, la novela Hijo de Hombre en 1960, hasta llegar a su mayor obra, Yo el Supremo, en 1974.
Para sobrevivir, se hizo mozo de motel, ayudante de imprenta, traductor, poeta, músico, autor de letras de canciones, guionista de cine, autor de obras de teatro y de ballet, docente universitario, pero nunca dejó de ser periodista. En Argentina colaboró en la legendaria revista Crisis, dirigida por su colega uruguayo Eduardo Galeano y los suplementos culturales de su gran amigo, el argentino Tomás Eloy Martínez.
Durante su exilio en Francia escribió artículos contra la dictadura de Stroessner en los diarios ABC de Madrid, El País y la revista Cambio 16. De vuelta al Paraguay, tras la caída del stronismo, mantuvo columnas en los diarios Última Hora y Noticias, hasta sus últimos días.
La inmensa figura del novelista ganador del Premio Cervantes eclipsó al Roa Bastos periodista. Mucho de sus valiosos primeros artículos se perdieron en los bárbaros ataques contra el diario El País, o se esparcieron en el exilio y la diáspora. La historiadora Milda Rivarola pudo rescatar algunos en un cuadernillo. Recientemente Mirta Roa nos dio la buena noticia de que la investigadora francesa Carla Fernandes ha podido encontrar varios de esos trabajos periodísticos, que próximamente serán divulgados.

Nos inspiramos en el Festival Gabo
En Colombia, la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, actualmente Fundación Gabo, trabaja desde hace años en torno a la figura del Gabo periodista, impulsando la promoción de un periodismo de calidad, ético, creativo y responsable, que pueda responder a los desafíos de un tiempo de confusión y amenazas autoritarias.
Nuestra colega y compañera Desirée Esquivel Almada, quien participó del Festival Gabo en 2022, en Bogotá, nos trajo la idea de hacer algo similar en el Paraguay, en torno a la figura igualmente inmensa de nuestro Augusto Roa Bastos periodista.
Desde Ñe’ẽ Raity Espacio Creativo y nuestro medio digital El Otro País, acercamos la propuesta a Mirta Roa y a Ana Martini, directivas de la Fundación Augusto Roa Bastos, encontrando una entusiasta recepción y apoyo. De ese modo, empezamos a trabajar con un creativo y dinámico equipo. Golpeamos varias puertas, pidiendo apoyos y recursos. Muchas de esas puertas se mantuvieron cerradas, pero otras se abrieron con generosidad y sensibilidad.

Nuestros aliados
Los colegas de El Surti y Memetic Media nos brindaron un valioso impulso inicial. Ale Valdéz nos enseñó a planificar y a organizarnos con puntillosa rigurosidad. Juan Heilborn le dio identidad visual a todo el proyecto y el team creativo de la agencia TKP produjo los impactantes materiales de difusión que despertaron y siguen despertando admiración. Los directivos de este hermoso complejo Marianela aceptaron ser la sede y nos brindaron muchas facilidades. La Municipalidad de Atyrá, con su proactivo intendente Juan Ramón Martínez, se sumó desde el primer momento. La Gobernación de Cordillera, con el gobernador Denis Lichi y los miembros de la Junta Departamental, también nos dieron un importante respaldo.
En la lista de nuestros aliados, están: Fundación Itaú, Editorial Servilibro, Granja Kim, Uninorte, Asociación Cultural Jukyty y Chipá Barrero, Somos Guarania, González Acosta y Asociados, Municipalidad de Valenzuela, JournalismAI, SembraMedia, Pombero Róga, Full Ofice, Cooperativa Piribebuy, Confort House, Cooperativa Ypacaraí, Mancomunidad de Municipalidades de Cordillerita.
¡A todos, muchas gracias!
Fue así como lo que hace pocos meses era apenas una incierta utopía, hoy se convierte en una bella y vibrante realidad.

Un país detrás de la lluvia
En sus textos, Augusto Roa Bastos se anticipó a su tiempo.
Con su pluma genial, mucho antes de que fuera tendencia mundial, él advirtió la destrucción del medio ambiente, las amenazas del cambio climático.
Su última novela, titulada “Un país detrás de la lluvia”, lamentablemente perdida tras su fallecimiento, hablaba de las selvas migrantes del Alto Paraná, cuyas flores y semillas huían de la criminal deforestación, flotando en el viento, llevando su lugar a otro lugar, buscando el yvy mara’ey (la tierra sin mal) como los antiguos pueblos guaraníes.
En sus textos periodísticos, Roa Bastos también defendió los derechos humanos ante los abusos totalitarios, especialmente los de las mujeres, de los jóvenes, de las comunidades indígenas y campesinas.
Hoy queremos recuperar esa clarividencia de la palabra roabastiana, para asumir los desafíos que enfrentan nuestras sociedades, potenciando la construcción de un mejor periodismo.
Vivimos bajo el imperio de la narco-política, que ciega vidas y sueños.
Vivimos tiempos marcados por la desinformación, por la manipulación de la realidad a través de las plataformas digitales, al servicio de nuevos proyectos políticos totalitarios que buscan adueñarse del mundo y negar valiosas conquistas obtenidas por la humanidad en décadas de lucha.
Para evitarlo, necesitamos más que nunca encontrarnos unos con otros y con otras, en medio de las tormentas. Necesitamos construir balsas de resistencia para navegar hacia un mejor futuro, con nuevas formas de un periodismo solidario, ético, crítico, riguroso, sin tener miedo a los avances tecnológicos como la Inteligencia Artificial, sino que los usemos responsablemente para iluminar nuevas formas de convivencia democrática.


Que la palabra sea real
Para todo eso y para mucho más, hemos convocado al Roa Bastos Fest.
Rescatamos como símbolo la figura del joven Augusto escribiendo sus primeros relatos en la oscura noche de Iturbe-Manorá, su mítico pueblo de la infancia, a la mágica luz de un frasco de muás o luciérnagas, tal como lo narra en el cuento Lucha hasta el alba; o la imagen del Supremo prócer de la Independencia avanzando con una lámpara en la mano; o la del camión aguatero de la novela Hijo de Hombre, abriéndose paso por los cañadones de la Guerra del Chaco con sus ruedas en llamas, para intentar salvar la vida de los combatientes.
En todas estas metáforas de la literatura roabastiana está presente la luz, está el fuego, elementos que rescatamos para que nos iluminen, para que nos ayuden a discernir el mejor camino en tiempos de incertidumbres, pero también marcado por la construcción de nuevas utopías.
Él lo dice: “Escribir no significa convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra sea real”.
Hemos querido realizar este encuentro en esta bella y mágica ciudad de Atyrá, que esta semana ha conquistado el derecho a ser llamada por ley la capital ecológica del Paraguay, como un reconocimiento a un modelo de gestión que promueve la valoración de sus recursos naturales y culturales.
Recordando aquella revolución de la limpieza, iniciada en los años 90 por el visionario intendente Feliciano Martínez, desde que nos hemos instalado como pobladores adoptivos atyreños, desde nuestro Espacio Creativo Ñe’ẽ Raity y nuestro medio digital El Otro País, especializado en el periodismo de soluciones, venimos sumando nuestro humilde aporte a la construcción de este modelo de ciudadanía activa y de sostenibilidad, en alianza con otros soñadores y soñadoras.
¡Bienvenidos, bienvenidas, a esta fiesta del periodismo, la literatura, el arte y el pensamiento crítico para una mejor democracia! ¡Disfrutemos de estas jornadas y dejemos una huella luminosa para seguir caminando!
