Las marchas de marzo y el desafío de reconstruir la democracia

Las grandes movilizaciones fueron la expresión de un hartazgo ciudadano ante los abusos de un sector que mantiene el control coyuntural del Estado, y que, en lugar de usarlo para bien del país, ha hecho gala de un cavernario revanchismo político, dando alas al autoritarismo, a la narcopolítica y a la corrupción. Hay un rotundo aviso al cartismo colorado, pero también un aprendizaje para la oposición hasta ahora fragmentaria, en el sentido de que urge renovarse y construir en la unidad, desprenderse de líderes dinosaurios y apostar por figuras emergentes, capaces de ofrecer alternativas con mayor credibilidad y confianza.

Ha sido una grata sorpresa para propios y extraños.

Ni siquiera los mismos organizadores de la denominada Gran Marcha Unidos por Paraguay, realizada en la tarde y noche del miércoles 26 de marzo, esperaban una convocatoria tan multitudinaria en las calles céntricas de Asunción ni que se llenara totalmente la Plaza de la Democracia.

Con la foto aérea tomada por un dron en el momento de mayor concurrencia, expertos en mapchecking sostienen que hubo más de 22.000 personas en el acto central. Números más, números menos, hacía rato que los partidos y sectores de oposición, —tan golpeados por la derrota electoral ante el cartismo colorado en abril de 2023—, no lograban reunir una multitud semejante.

Igualmente fueron importantes las concurrencias a la primera marcha convocada por organizaciones sociales el martes 25, como la tradicional marcha campesina anual que esta vez se realizó el jueves 27.

Fueron tres intensos días de marchas y movilizaciones ciudadanas y opositoras en el álgido marzo paraguayo que, por la significativa participación lograda, golpearon al Gobierno.

El impacto se evidenció con la actitud soberbia del líder del movimiento Honor Colorado en la Cámara de Senadores, Natalio Chase, quien inicialmente restó importancia a las movilizaciones, acusando que se hacían “con orfandad popular y sin objetivos claros”, con el mismo tono en que también atacaron otros voceros del oficialismo. Tras los resultados visibles, el senador Chase tuvo que tragarse sus palabras anteriores y salir a felicitar a los opositores por su “madurez política”.

La foto aérea da una idea de la cantidad de gente que se congregó en la Plaza de la Democracia. Según expertos en mapchecking, se juntaron más de 22.000 personas. / Gentileza

Las causas de la movilización ciudadana

Algo está pasando, algo está cambiando en el ámbito político paraguayo.

¿Es quizás un mérito de los dirigentes y de las organizaciones convocantes de la oposición, que parecían demostrar que algo han aprendido y esta vez se han mostrado unidos en un liderazgo colectivo, recurriendo a consignas más unificadoras, sin apoyarse en las mismas figuras repetidas de los viejos caudillos que ya no convocan ni a sus propios familiares y vecinos del barrio?

¿O es quizás un mérito del actual presidente de la República y de su padrino político, junto a su entorno de oscuros personajes que parecen competir constantemente en quien es acaso más gorila y más troglodita, hasta el punto de lograr el hartazgo ciudadano de sectores que antes los apoyaban, o al menos dejaban estar el estado de cosas?

Probablemente, fueron ambas cosas… y muchas otras más.

#Las metidas de pata en las esferas de la cooperación internacional, como el caso de la cooperación no reembolsable de la Unión Europea a la educación, que primero se amenazó con rechazar porque supuestamente promovía la “ideología de género” pero luego se dijo que estaba bien, que no pasaba nada, que dejen momas.

#La injustificable expulsión del Congreso de la senadora opositora Kattya González, del Partido Encuentro Nacional, solo por demostrar que “tenemos el poder y podemos hacerlo con nuestra mayoría de votos”, y la alevosa complicidad del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial al avalar una acción totalitaria que riñe con los más universales principios del sistema democrático.

#Los groseros casos de sometimiento del actual fiscal general del Estado, Emiliano Rolón —quien con su correcta acción como juez en el llamado Caso Curuguaty había generado esperanzas de cambio en el Ministerio Público— y de algunos magistrados y jueces del Poder Judicial ante los intereses políticos del cartismo.

#El escándalo desatado ante una revelación del diario The Washington Post acerca de una comunicación oficial de la Secretaria Nacional Antidrogas (Senad) pidiendo cortar la cooperación institucional de la DEA norteamericana en la lucha antidrogas en el Paraguay, con evidentes propósitos de debilitar la acción ante grupos del narcotráfico y el crimen organizado, pero luego se dijo que estaba bien, que no pasaba nada, que dejen momas.

#Las circunstancias no aclaradas sobre el confuso procedimiento en que murió asesinado el diputado colorado cartista Lalo Gómez, en agosto de 2024, investigado por lavado de dinero y narcotráfico, sumado al escándalo de los casos revelados sobre tráfico de influencia y de narcopolítica, que se filtraron tras el peritaje judicial de los chat contenidos en su teléfono celular.

#Las revelaciones de los casos de los nepobabies, o familiares de legisladores y personajes del Gobierno, que son ingresados sin concursos y con altos salarios en puestos claves de la administración pública, en deliberados casos de nepotismo.

#El escándalo desatado en torno a la compra de los pupitres chinos para las escuelas por parte de la entidad binacional Itaipú, dejando de lado a la industria nacional, a precios que se consideran sobrefacturados en un 600% veces más y la prohibición de que el intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto, adquiera pupitres similares a precios mucho más baratos, sumado a la situación de que ningún organismo estatal puede fiscalizar el proceso de compras de Itaipú “por tratarse de una binacional” (lo que equivale a que Itaipú se considere “un estado entre otros dos estados”).

Si, estas cosas… y muchas otras más.

Los retrocesos de la era cartista

La victoria electoral del partido colorado en abril de 2023 significó un duro golpe para la oposición, que perdió importantes espacios, principalmente en el Parlamento, pero también en gobernaciones y municipios del país.

El principal núcleo opositor, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), cuyo entonces presidente, Efraín Alegre, intentaba llegar a la presidencia del país por tercera vez, al frente de una Concertación Nacional, fue el gran derrotado, lo que implicó su forzado retiro de la política.

Otro gran golpeado fue el izquierdista Frente Guasu, que hasta entonces se había mantenido como la tercera fuerza política, que esta vez fue barrido de la escena, logrando conservar apenas a una senadora en el Congreso, la ex ministra de salud del Gobierno Lugo, Esperanza Martínez, actualmente alejada para consolidar su propio partido.  

En los comicios internos previos del Partido Colorado, el desgaste en el poder le había pasado una fuerte factura al entonces presidente Mario Abdo Benítez y a su movimiento Fuerza Republicana, cuyo candidato Arnaldo Wiens fue derrotado por el movimiento Honor Republicano, liderado por su mayor adversario, el también expresidente Horacio Cartes, logrando imponer al economista Santiago Peña en la presidencia del país para el periodo 2023/2028, con el 42,74% de los votos.

El factor inesperado en esa coyuntura fue la emergencia de un candidato outsider antisistema, el abogado Paraguayo Payo Cubas, al frente de una heterogénea formación política, el Movimiento Cruzada Nacional, con rasgos autoritarios y populistas, que logró capitalizar un alto número de votos (22,91%), muy cerca de los que obtuvo Efraín Alegre (27,48%), dividiendo a las fuerzas de oposición.

De este modo, el cartismo colorado pudo regresar al Gobierno luego de un periodo en la llanura (Cartes fue presidente del 2013 al 2018, intentó modificar ilegalmente la Constitución para ser reelecto, pero se lo impidió una movilización opositora en 2017). Esta vez, obtuvo una mayoría de legisladores en el Congreso y logró sumar a un sector de liberales y a la casi totalidad de legisladores de Cruzada Nacional, con los que pudo lograr el control casi absoluto del Poder Legislativo, además de ir copando espacios en el Poder Judicial, especialmente en el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, y de doblegar al Ministerio Público, entre otras instituciones del Estado.

Pudiendo usar esta facilidad de manejo del Estado en beneficio del país, el cartismo prefirió hacerlo para perseguir a sus adversarios, cobrarse revanchas e imponer un modelo político autocrático, aplicando leyes y acciones totalitarias con el sistema de “voto tipo aplanadora” en el Congreso, sin permitir debates ni cuestionamientos, como la llamada “ley garrote”, que bajo el pretexto de controlar el lavado de dinero, persigue a organizaciones no gubernamentales, cercenando derechos políticos a la libre expresión, organización y asociación de sectores que no se someten a su modelo político, o abriendo procesos contra ex funcionarios del anterior gobierno, a quienes acusa de haber filtrado informaciones reservada para que el Departamento de Estado de los Estados Unidos haya declarado “significativamente corrupto” a Horacio Cartes y le haya retirado la visa, al igual que a sus familiares y otros personajes de la política local.

Otro grave retroceso que impuso el cartismo colorado fue el de aprobar una ley que restringe el voto de los paraguayos migrantes, eliminando la inscripción automática de más de dos millones de compatriotas residentes en el exterior, deshaciendo una valiosa conquista democrática.

Aunque el presidente Santiago Peña ha intentado mostrar una imagen de modernidad en eventos internacionales, principalmente con proyectos de desarrollo de la macroeconomía, buscando atraer inversionistas al Paraguay “con una inflación baja, un tipo de cambio competitivo y una legislación favorable al capital extranjero”, el comportamiento totalitario de los referentes de su sector político insiste en mostrar otra realidad.

La marcha de los manifestantes, en la noche del miércoles 26, desde la Plaza Uruguaya. / Gentileza

El desafío de reconstruir la democracia

En poco más de un año del gobierno cartista colorado, la mayor parte de la ciudadanía ha permanecido apática ante los retrocesos de la democracia.

Desde la derrota electoral del 2023, los partidos políticos y las organizaciones sociales se han debatido en una verdadera crisis de representatividad.

Quizás por ello, había muy pocas expectativas de que las marchas anunciadas para el último marzo paraguayo tuviesen buena convocatoria.

En una entrevista realizada en febrero último en la prensa, importantes referentes señalaban que la sociedad paraguaya se veía “adormilada, sin rumbo, sin propuestas que se conozcan”.

La politóloga Line Bareiro enfatizaba que “el signo de mayor preocupación es la casi desaparición de la oposición política. Eso es notorio en el Congreso Nacional. No solo hemos vivido una disminución de la representación opositora, sino la cooptación por parte del oficialismo de gran parte de los y las representantes de Cruzada Nacional”.

La multitud que colmó las calles en los significativos últimos días de marzo permite leer la realidad política desde otra perspectiva.

¿Hay un nuevo despertar de la conciencia cívica o es una reacción de hartazgo ante los abusos del grupo político actualmente en el poder?

Sea como sea, se abre una nueva dinámica con el desafío de reconstruir la democracia en el Paraguay, en un contexto en que grupos totalitarios también avanzan a nivel mundial, solo por citar los casos de Milei en Argentina y Donald Trump en Estados Unidos, sin olvidar las lamentables situaciones que persisten en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Perú, Haití, solo por hablar de nuestro continente.  

Aunque una de las jugadas sucias a la que han recurrido para tratar de empañar las movilizaciones han sido instalar pasacalles con la frase “Efraín vuelve”, parece claro que ni Efraín ni otros rechazados personajes de la vieja política ya no vuelven. No se les dejará volver.

En el nuevo panorama de la política en construcción, van apareciendo figuras pre-presidenciales como el actual intendente municipal de Ciudad del Este, Miguel Prieto, artífice principal de la caída del Clan Zacarías en el Alto Paraná, que ya se encuentra en abierta campaña de extender su liderazgo al plano nacional, aunque el Cartismo intenta anularlo por todos los medios con casi medio centenar de querellas judiciales por presunta corrupción, hasta ahora sin mucho éxito. Probablemente saben que meterlo en la cárcel solo aumentará aun más su perfil de político perseguido.

Del mismo modo, otro político emergente surgido de filas del liberalismo, el actual gobernador de Central, Ricardo Estigarribia, también se presenta como uno de las posibles referentes de esta nueva etapa, aunque plantea muy claramente que la clave para consolidar una nueva fuerza ante la ANR es la unidad de la oposición.

En el plano de las figuras políticas femeninas potables para este proceso, nombres como los de la ex senadora Kattya González, la diputada Rocío Vallejo, la diputada Johana Ortega o la ex ministra Soledad Nuñez, están en danza.

El error sería quedarnos en los nombres. Más que encontrar a los líderes o lideresas para este momento, lo importante es construir proyectos que sean capaces de motivar, de movilizar, de despertar confianza y credibilidad.

En ese sentido, el desafío también pasa por renovar las formas de hacer política, apelar a nuevos lenguajes, construir nuevos puentes que permitan a la gente sentirse más cerca de sus representantes, responder a sus necesidades cotidianas, ser capaces de encarnar sus mejores sueños.

Lo que nos deja el último marzo paraguayo podría hacerlo posible.